San Martín de Porres: «Un santo que no pasa de moda»
San Martín de Porres es, sin duda, uno de esos santos que no "pasan de moda".
Hablar sobre los santos puede resultar difícil, especialmente si la devoción popular hacia ellos no es una práctica habitual de la época. Sin embargo, la experiencia en la Orden Dominicana, particularmente durante las etapas formativas, facilita el encuentro con la vida de estos testigos de Cristo. Descubrir sus vidas ofrece la oportunidad de fijar la mirada en ellos como auténticos modelos de seguimiento evangélico.
Al hablar de santos, nuestra Orden tiene algo significativo que aportar. Basta observar el santoral dominicano para apreciar la diversidad de figuras que lo componen. Los dominicos no nos consideramos como «fabricadores de santos», sino como los herederos de una rica y prolongada tradición de testimonios de vidas evangélicas. Esta pléyade de santos y santas ha dejado una huella profunda, ocupando lugares especiales no sólo en numerosas iglesias del mundo, sino también en los corazones de innumerables personas.
El 3 de noviembre se conmemora de manera especial a un santo que nuestro hermano fr. Antonio González Lorente describe, utilizando un término del lenguaje popular, como «un santazo». Este «santo del pueblo» es un ejemplo excepcional de la riqueza evangélica de la cantera dominicana, manifestada en un verdadero espíritu de humildad y en una profunda caridad. El modelo de creyente y experto en humanidad es san Martín de Porres, quien encarnó su amor a Cristo a través de su cercanía con los más necesitados.
Fray Martín es conocido por numerosos apelativos cariñosos que el pueblo le ha otorgado: «fray escoba», «el morenito», «san Martinsito de los pobres», «Martín, el bueno» y «Martín de la caridad» son sólo algunos de los más populares. Independientemente del nombre por el que se le llame, todos apuntan a la frescura, novedad y actualidad que irradia su figura. La devoción que los creyentes le profesan, así como la admiración que suscita entre quienes no lo son, trasciende épocas y geografías, convirtiéndolo en un santo actual y universal. De hecho, es muy probable que sea una de las figuras más reconocidas de la Orden, y la vitalidad de su testimonio, forjada en la sencillez, continúa creciendo y expandiéndose por todas partes. San Martín es, sin duda, uno de esos santos que no "pasan de moda".
La caridad fue el eje de su existencia.
Esa caridad expansiva es precisamente el contexto del cual se desprende el significado de los apelativos cariñosos dirigidos a nuestro hermano. “Martín, el bueno” o “Martín de la caridad” son más que nombres adjetivados; recogen, de manera condensada, la esencia de su vida: un continuo darse. La caridad fue el eje central de su existencia. En su corazón cabían todos: ricos, pobres, dignatarios, frailes, monjas, autoridades... sin importar su condición o motivaciones, fray Martín acogía a todos. Con presteza, ponía servicio de los demás sus conocimientos en medicina, barbería y extracción de muelas, así como todo lo que poseía, con el propósito de aliviar sus sufrimientos tanto materiales como espirituales. Aunque fray Martín nació y vivió en la pobreza, se destacó como un fraile inmensamente rico en humanidad. Este servicio humilde le otorgó fama de santo durante su vida, una fama que fue ratificada posteriormente al ser elevado a los altares el 6 de agosto de 1962, fiesta de la Transfiguración del Señor, que coincide también con el día que partió hacia la vida eterna nuestro Padre santo Domingo de Guzmán.
Un fraile ejemplar
Por último, sería injusto si no hiciéramos mención de su ejemplar talante como fraile dominico. En el lenguaje popular se dice que «los buenos modales comienzan en casa», y este principio se refleja en la vida de fray Martín de Porres. Desde su ingreso al Convento de Nuestra Señora del Rosario en Lima a la edad de 15 años, fray Martín desempeñó varios oficios, en los que se destacó por su amistad y un notable espíritu de servicio hacia sus hermanos. Se afirma que vivió plenamente las tres condiciones fundamentales del «amor de amistad»: desinterés, generosidad y permanencia, hasta el final de su vida.
Celebremos a nuestro san Martín de Porres, quien supo sintetizar «el amor a Dios y al prójimo» (cf. Lc 10, 27) y tomó muy en serio el mensaje de que «si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (cf. Mc 9, 35). Su vida y obra mantienen hoy su vigor y frescura; su ejemplar humildad y su espíritu de servicio siguen siendo un modelo para el seguimiento cristiano y un camino seguro hacia la santidad que todos anhelamos alcanzar.