Ser Santo en la Iglesia: fray Francisco Coll
Seguramente que si hoy nos preguntasen sobre santos que conocemos, todos o casi todos, podríamos nombrar alguno. Hay santos muy conocidos y otros que no lo son tanto: hombres y mujeres, sacerdotes, religiosos y laicos y de todas las clases sociales.
Pero, ¿qué significa ser santo en la Iglesia? ¿Por qué la Iglesia declara santo o santa a algunas personas? Los santos y santas son modelos que la Iglesia nos propone en el seguimiento de Jesús. Son personas que han sabido llevar a Jesús a su propia vida y que con su palabra y con su vida nos lo han mostrado y nos han hablado de Él. Son personas que nos ayudan a todos los demás a vivir desde la fe y el seguimiento a Jesús de Nazaret.
Hay tres aspectos de la vida de Jesús que toda persona declarada santa tiene que haber vivido: la filiación con Dios, es decir, el ser hijo de Dios y vivir como tal haciendo la voluntad del padre; la pasión por el Reino, un Reino en el que vivamos la libertad, la justicia, la solidaridad, el amor; y la opción preferencial por los últimos, los desheredados, los excluidos y marginados. Esta opción que fue la de Jesús ha de ser también la nuestra.
Estos tres aspectos que nos encontramos en Jesús, San Francisco Coll los intentó llevar a su propia vida.
San Francisco Coll fue un hombre rico en fe y veía a Dios como un Padre bueno, como el Padre bueno. Él lo llamaba el buen Dios. Como nos dice el P. Vito, “con su Señor hablaba, se mantenía a la escucha, buscaba en Él luces y fuerzas, le pedía consejo, adoraba su misterio, seguía dócilmente las rutas que le marcaba. Lo descubría en el rostro de Cristo, a través de la humanidad de Cristo”.
Otro aspecto importante en la vida de este Santo es su pasión por el Reino. Toda su vida fue una vida dedicada a la predicación y al anuncio del Buen Dios. Cristo era el centro de su reflexión. El Cristo que entrega su vida y que con esa entrega instaura un orden nuevo en la humanidad.
En su predicación dio mucha importancia a la paz y a la concordia “saliendo al encuentro de quienes anhelaban un cambio que dejara atrás tanto odios, luchas entre hermanos, falsedad en la relaciones…y proclamando el amor que se debe al prójimo, incluso a los enemigos”, moviendo a la conversión y al cambio. Frutos de su misión fueron “las restituciones que se hicieron en algunos de los lugares en los que predicó y la reconciliación de personas que llevaban muchos años enemistadas”.
Francisco Coll tampoco dejó a los últimos sin la Buena Noticia. La opción preferencial por los pobres que vemos en Jesús, Francisco la hace suya. La predicación por los pueblos los realiza a imitación de Cristo pobre, como nos dice el P. Vito, “llevando una vida muy austera, imponiéndose privaciones”. Esta pobreza le hacía cercano a la gente de los pueblos en donde predicaba. Al final distribuían entre los pobres los alimentos que les quedaban. Visitaba a los enfermos y a los presos.
Es esta opción por los últimos una de las causas que le lleva a la fundación de las dominicas de la Anunciata. Se da cuenta que mientras algunas chicas pueden instruirse como las que iban a las dominicas terciarias de Santa Catalina de Vic, había otras niñas que no tenían esta posibilidad. “Le dolía en su corazón que tales niñas no pudieran tener lugares de enseñanza. Privadas de escolarización vivían en poblaciones, aldeas y casas de campo, y sus padres no podían llevarlas al colegio de la ciudad, por su pobreza. Se quedaban así privadas de una instrucción tan deseada”.
La Fundación de las Dominicas de la Anunciata es su gran obra. Ellas son las continuadoras de la misión del Padre Francisco Coll. Surgen para dar respuesta a una necesidad que el Padre Coll se encuentra mientras predica en Cataluña: “La entrega de la predicación en Cataluña le proporcionó ocasión para observar el estado de desmoralización en que se hallaban los pueblos. Meditó sobre las causas de semejante mal, y llegó a la conclusión que una causa importante de tales males estaba en la ignorancia que afectaba a la mujer y en la falta de formación religiosa en general”. A esta causa hay que añadir lo dicho en el párrafo anterior.
Habría muchos aspectos a resaltar del Padre Coll como son su devoción a la Virgen del Rosario, su dedicación al estudio para dar respuesta a las necesidades que se va encontrando, su amor por Santo Domingo y la orden de los dominicos, a la que él pertenecía…, pero me gustaría resaltar uno que hoy día sigue siendo importante para los que nos dedicamos a la enseñanza: la confianza en la posibilidades que los niños y la niñas tienen, confianza en su posibilidades y capacidades.
Que estos niños y niñas que a Francisco Coll le “robaron en corazón”, nos lo sigan robando a cada uno de nosotros y sigan siendo nuestra motivación para vivir nuestra misión de educadores con alegría y creatividad.