Un hombre de verdad
P. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA Y DÍEZ DE ALEGRÍA, O. P
Al cumplirse los veinticinco años de su muerte, se le hizo un homenaje muy familiar. En la casa donde nació, en Audícana (Álava), se inauguró un museo de recuerdos. En un gran cuaderno de elegante apariencia se recogen artículos, fotos y datos de su vida y obras, con notas de su cáracter y de su personalidad humana e investigadora. Me invitaron a participar, porque le había prestado alguna colaboración. Ofrecí una semblaza. Me interesa el título del cuaderno, que fue el siguiente: Un hombre de verdad. Me pareció entonces y me sigue pareciendo ahora un título exacto, que define al Beltrán en dos palabras: hombre y verdad.
Muy humano. Centrado y como ensimismado en sus temas de estudio, que le gustaba seguir con el rigor máximo, parecería todo lo contrario. Cuando, como estudiante, decidías ir a consultarle en su celda de fraile dominico, para pedirle alguna orientación , te acercabas un tanto tembloroso: temías, en tu respeto por él, quitarle unos minutos de su tiempo, que él apreciaba tanto para hundirse todo en la investigación. ¿Le parecerá esto mío una vagatela, que no merece ningún minuto de atención? Pues no fue así. Muy humano, hasta cariñoso, te invitaba a sentarte. Pues, mira; me va a dedicar tiempo con calma.
Dime, ¿qué tema importante te preocupa? Bueno; se va a reír, porque mire que la inquisición, los alumbrados, los erasmistas… quisiera investigar sobre estas cosas. ¿Cómo me voy a reír yo de esos temas? Los he tratado muchas veces y los seguiré tratando. Siempre encuentro cosas nuevas, que esclarecen tantas infundadas afirmaciones. Me parece que no se ha investigado todavía ni el diez por ciento. Cabes bien en esta investigación; es necesario limitar el objeto; ver lo que hay escrito, y lanzarse con entusiasmo a las fuentes de documentos, a los archivos. Pues salí confortado y animado para continuar visitándolo.
Volviento al principio, resalto ahora lo de verdad. Me pareció que lo definía como dominico. Era el lema de la Orden de Predicadores desde antiguo: la verdad. Muchas evocaciones en mi mente. Pilato no sabía qué es la verdad, y tenía ante sus ojos La Verdad. Evocaciones antiguas y modernas: Las Casas, Vitoria. Otro historiador, hombre también de verdad, al que Beltrán miraba como ejemplo fue el dominico Enrique Denifle. Monumentales son sus volúmenes sobre la universidad de París. Se lo oí al propio Beltrán: eso soñé yo hacer con la universidad de Salamanca. Y lo consiguió. En el busto de Denifle en el archivo Vaticano y en el convento de Santa Sabina hay unas palabras suyas: “ningún opositor debe temer el que ama la verdad”.
Sólo busco la verdad. El deseo en mis investigaciones es encontrarme con la verdad. Si veo que echa por tierra todo cuanto yo he escrito, me rindo a ella y reconozco en público mi error. Un ejemplo. Durante muchos años sostuvo que Francisco de Vitoria era de Vitoria. Tuvo furibundos contradictores, que defendían que era de Burgos. Beltrán no juzgaba suficientes los argumentos, y los respondía, manteniendo sus puntos de vista. Un día en el Archivo Histórico Nacional encontró un testimonio seguro, a favor de Burgos. Reconoció al instante y dio a conocer públicamente su error. Con ese celo por la verdad escribió gruesos volúmenes y centenares de artículos de seria investigación. Puedes verlo con sus medallas de oro y plata, y otras condecoraciones y títulos en mi artículo amplio de “Ciencia Tomista “ de 1973 (t. 100) y en el artículo breve del Diccionario Biográfico Español.