El ser humano como puente

El ser humano como puente

Fr. Salvador Becoba Raso
Fr. Salvador Becoba Raso
Real Convento de Predicadores, Valencia
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Partiendo desde la Trinidad como misterio y nosotros los humanos somos criaturas que llegamos a formar parte de este misterio por la filiación en Cristo. El ser humano también es un misterio, casi todas las ciencias humanas están buscando la manera de estudiar el comportamiento del hombre y hasta hoy se sigue descubriendo una nueva manera de ver al ser humano.

La mujer es el puente de la no existencia a la existencia.

Tanto el hombre como la mujer son seres misteriosos, porque el medio para venir a la tierra nos valemos de las mujeres, y estas se convierten en madres: la mujer es el puente de la no existencia a la existencia, todo eso es gracias a la misericordia de nuestro Dios.
Por parte del hombre, este en la función del sacerdocio también es utilizado como puente, es decir, es el mediador entre Dios y los hombres. El sacerdote y la madre son seres opuestos y al mismo tiempo complementarios.

La vida religiosa o sacerdotal es un signo de alegría.

Qué bello es ver a una madre sentirse orgullosa por sus hijos e hijas, y si hay dentro de esos hijos uno que tenga la vocación a la vida religiosa o sacerdotal es un signo de alegría casi en todas las culturas del mundo entero. De las manos del sacerdote se transforma el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo.
Desde el momento de la fecundación, la nueva criatura se gesta en el vientre de la mujer y aún no ha salido del vientre ya recibe el calor y el cariño de sus padres, hermanos, tíos, familiares… después de los nueve meses de embarazo a la hora de dar a luz la mujer sufre, siente un dolor insoportable, pero después este dolor se convierte en alegría, felicidad porque la nueva criatura ya le tiene en sus brazos y le da todo el amor que se merece.

El sacerdote es el vínculo de unión entre Dios y los hombres.

El sacerdote cuando ofrece las ofrendas a Dios lo hace por toda la humanidad: él es el vínculo de unión entre Dios y los hombres; en sus manos está el deber de alimentar a sus hermanos espiritualmente con la palabra viva del Verbo divino. Ha recibido una tradición que tiene que cumplir mientras esté con vida: santificar al pueblo para que ellos contemplen la gloria de Dios.
Uno de los dones y dotes que tiene la mujer es que, gracias a ella, se puebla la faz de la tierra. Hermanos, respetemos al ser humano porque es uno de los dones más preciados de la creación.