«Aquí estoy, Señor…»: El Noviciado
¿Qué busca, qué quiere… un joven que llama a las puertas de un convento dominicano? Al concluir el prenoviciado, si la decisión es firme y la vocación dominicana ha encontrado sentido, se inicia el noviciado. El ensayo ha concluido y los pasos que se dan tienen ya una orientación clara.
Es Dios quien llama a la vida religiosa, en este caso a la vida dominicana, y quien, a través de la acción del Espíritu, actúa en lo más secreto del corazón; es fundamental reconocer su presencia y su acción en cada momento.
El noviciado es decir “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, es un tiempo de retiro de toda actividad habitual, dispuesto y disponible para el Señor y para la Orden Dominicana…
¡Ven y verás!
Se trata, pues, de conocer, profundizar, aclarar, probar, “echar los cimientos, buscar la roca sobre la que construir…” esa vocación con pasión y con compasión de Dios y de los hermanos, para no convertirnos en meros vendedores de palabras y deseos. De ahí que también tengamos que conocer los elementos que van a alimentar la vida dominicana. Todo con “la misericordia de Dios y la de la comunidad de los frailes dominicos” que nos acogen. Esas son las palabras con las que se inicia el noviciado y se viste el hábito blanco y negro de Santo Domingo de Guzmán.
Se ha dicho que en el noviciado se trata “de configurar el disco duro del novicio al sistema operativo del instituto religioso”, pero aquí no se trata de manipular y cambiar la persona que viene con toda su buena disposición y afán de búsqueda de los caminos del Señor, sino de ofrecerle una forma de vivir el Evangelio conforme al espíritu y carisma de Domingo de Guzmán.
Y, mientras, la Orden de Predicadores tratará de conocer a quien quiere formar parte de ella, a la vez que ella se da a conocer a quien desea formar parte de la misma.
Para lo cual, en este año de noviciado, además del aprendizaje de valores y actitudes relacionadas con nuestro modo de vida y la peculiaridad de nuestra misión como predicadores, durante este tiempo, la formación que se recibe incluye:
-Iniciación en la práctica de la oración, en la soledad y el silencio, en la oración personal y comunitaria con la Eucaristía y la Liturgia de las Horas.
-Iniciación a la Palabra de Dios.
-Historia y teología de la vida religiosa y su compromiso.
-Iniciación a la liturgia y profundización en la praxis sacramental.
-Presentación de la figura de María, tal y cómo se vive en la tradición y devociones de la Orden.
-Conocimiento de la Orden y la espiritualidad y vida de Santo Domingo.
-Sus constituciones y observancias de vida, su historia, costumbres, tradiciones… y sus santos, figuras y personajes significativos.
-Conocimiento, información y ejercitación progresiva en la misión de la Orden según las orientaciones emanadas por nuestros capítulos.
-Conocimiento de quienes participan en nuestro carisma: la Familia Dominicana.
No hay duda de que quien se acerca a nosotros para iniciar el noviciado es un gran don para la Orden y para la Iglesia, que hemos de agradecer, cuidar y animar. Por eso, la comunidad de acogida del noviciado, sus frailes, deben ser un reflejo de lo que es la vida ideal que manifiestan sus Constituciones, pero sin olvidar que “los ideales son como las estrellas, nunca se alcanzan, pero iluminan el camino”. Ellos iniciarán el aprendizaje de la vida común vivida en el seno mismo del convento, donde cada día son invitados a descubrir las riquezas y las dificultades de la vida fraterna y a tomar parte de ella con responsabilidad.
Pero también descubrirán sus limitaciones y sus pobrezas… Ya Jerónimo Savonarola (S. XV), escribiendo a un novicio, le decía sobre los frailes de su comunidad: “cuando veas algo que no te gusta, piensa que se ha hecho con buena intención; muchos son interiormente mejor de lo que parecen. Serénate, ejercítate en la humildad, en la obediencia…; ora y sábete que el Señor mora en la paz”.
Si te sientes llamado, si quieres conocernos más de cerca y vivir en la intimidad con Cristo para vivir desde el corazón, si sientes deseo de decir, “¿Maestro dónde vives…?”…¡sigue adelante…! Y escucharás también su respuesta e invitación: “ven y verás”.
Se trata de “echar los cimientos, buscar la roca sobre la que construir…”
Los maestros que acompañan el noviciado en la vida de cada día, comparten con el novicio:
-La capacidad para vivir en comunidad con paz y alegría…, para amar a las personas concretas sin exclusividad ni dominio, en la comunidad y en el lugar en que nos toca vivir…
-La capacidad de libertad interior con respecto a las cosas, de desprendimiento como consecuencia del amor personal a Cristo y a los valores del Reino…
-La disponibilidad ante la obediencia como manifestación de entrega personal hacia la misión…
Todo esto nos ayuda a descubrir los pilares de la vida dominicana: oración, estudio, vida de comunidad, predicación y misión…, vivido con “verdad, compasión y misericordia”, para poder “…dar lo contemplado”. Y al final del noviciado, se expresará ante toda la comunidad con la profesión religiosa.