El amor en los tiempos del COVID-19

El amor en los tiempos del COVID-19

Fr. Diego Rojas
Fr. Diego Rojas
Casa Natalicia San Vicente Ferrer (Pouet de Sant Vicens), Valencia

La vivencia de los ritos de manera online y la imposibilidad de recibir la comunión nos han permitido hacer mejor conciencia de que por el bautismo y la confirmación somos sagrarios y templos vivos del Espíritu.

Gabriel García Márquez, en El amor en los tiempos del cólera, narra la historia de amor entre Florentino Ariza y Fermina Daza. Un romance gestado en la ingenuidad de la juventud y el idealismo de las cartas de amor, que se truncó por la crudeza de la realidad, pero que supo esperar con paciencia, tenacidad y fe, hasta que 50 años después pudo consumarse. Todo aquello en el contexto de una epidemia de cólera a principios del siglo pasado.

Vivimos formas creativas de manifestar el amor a Dios y al prójimo.

El amor, si es genuino, se manifiesta, se fortalece y, por tanto, prevalece en la dificultad y la adversidad. En estas condiciones afloran con más fuerza manifestaciones del amor como la empatía, la solidaridad, la esperanza, y, sobre todo, la capacidad de asumir las circunstancias adversas de manera creativa y constructiva. La pandemia actual ha creado el espacio para ello, tanto para quienes profesamos una fe como para quienes no. Filtrando las noticias y mensajes de redes negativos, y también los inservibles, hay muchos testimonios de solidaridad y fraternidad. Se evidencian también muchas formas creativas de asumir esta situación inédita para las dos últimas generaciones.

Para los cristianos, y los católicos en especial, esta situación ha supuesto una vivencia muy particular de la Cuaresma y la Pascua. Sin duda, una vivencia más intensa, porque la situación impone una ascesis insospechada. Se ha tenido que vivir este tiempo litúrgico sin el contacto cercano de la comunidad, distanciados del sacramento de la eucaristía y de muchas de las rutinas y rituales acostumbrados. La ausencia de vistosidad del rito y las expresiones externas han creado una crisis fuerte en algunos. Pero al mirar un poco más adentro y más cerca alrededor, nos encontramos al Dios vivo, que se manifiesta en lo cotidiano, en la vida misma. Tal vez no hagan tanta falta los viacrucis dramatizados. Para muchos, la pandemia ha hecho de sus vidas un viacrucis, ante lo cual han surgido muchos cirineos.

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La ausencia del encuentro con el hermano en el contexto de la eucaristía y en el templo, u otros espacios físicos, ha permitido el encuentro fraterno con nuestra familia en la propia casa, y también con el prójimo cercano, en mi vecindario o en el trabajo. Gente que está todos los días ahí, pero con la que no compartíamos de manera tan cercana por las prisas del día a día.

La suspensión del culto con pueblo ha permitido valorar con mayor peso los sacramentos del bautismo y la confirmación, por los que somos parte de la Iglesia. Aunque no reunida físicamente, permanece en comunión. La vivencia de los ritos de manera online nos ha permitido hacer mejor conciencia de que por estos sacramentos somos sagrarios y templos vivos del Espíritu. Que Cristo no solo se hace presente en la custodia en la que se adora el sacramento eucarístico, sino también en «donde dos o tres estén reunidos en mi nombre» (Mt 18,22), y en el prójimo sufriente (Mt 25,31-46); y muy especialmente en las personas, creyentes o no, que están dando su vida de una u otra manera por salvar otras vidas.

Esta pandemia, como otras grandes catástrofes en la historia, está alterando el curso de la historia. Esta en particular afecta a todo el mundo ahora globalizado. Desde la fe cristiana se puede interpretar que el mundo está viviendo una pascua, una transformación dolorosa, que como tal, aguardará una resurrección. Una actualización liberadora. Mientras acontece, tanto con el prójimo como para con Dios, vivimos formas creativas de manifestar el mandamiento fundamental de amar a Dios y al prójimo, con el mismo amor que hemos recibido por gracia. Damos testimonio del amor cristiano en tiempos del COVID-19, con paciencia, tenacidad, fe y, sobre todo, con esperanza.