Experiencia pastoral de verano en Santiago, República Dominicana
En el verano, los estudiantes del vicariato Pedro de Córdoba solemos hacer un mes de experiencia pastoral en alguna de nuestras presencias locales. En esta oportunidad me correspondió en Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad en tamaño e importancia económica de la República Dominicana. Allí tenemos a cargo dos parroquias: San Martín de Porres y San Pío X. La primera en un sector socioeconómicamente privilegiado de la ciudad, y la segunda en un sector más vulnerable, que en los últimos 20 años ha cambiado mucho por el aumento considerable de su población, la mayoría inmigrante del campo a la ciudad. En décadas pasadas era una parroquia con amplio territorio rural al estar situada a las afueras de la ciudad, hoy en día su territorio se ha reducido por la creación de nuevas parroquias y ya es una parroquia netamente urbana.
En este mes pude tener la experiencia de compartir breve pero intensamente la vivencia de la fe en las dos realidades, siendo acogido por las dos comunidades de manera muy cálida. En San Martín de Porres tuve la oportunidad de compartir la eucaristía diaria y dominical en varias ocasiones, tanto en el templo parroquial, como en una capilla que tiene la parroquia en las cercanías. En uno de los domingos hubo la confirmación de más de 20 jóvenes, en una celebración presidida por el también joven obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Santiago Mons. Tomás Morel.
En San Pío X la actividad fue mayor, principalmente por la cercanía del templo parroquial a nuestra casa, la cual lleva por nombre Santa Rosa de Lima, y también por ser una parroquia de mayor población y extensión territorial. Allí se me encargó impartir un taller para monaguillos, predicar en algunas celebraciones de la palabra, tanto en el templo parroquial como en la capilla Nuestra Señora del Rosario, en el sector del reparto Peralta. También se me pidió preparar y participar, junto al grupo de líderes jóvenes, el campamento de verano para adolescentes. En él participaron 75 muchachos entre las edades de 11 a 15 años de la zona parroquial. Experiencia retadora por el poco tiempo que se tuvo para su organización y limitados recursos económicos, pero que salió adelante gracias al arduo trabajo del equipo organizador y colaboraciones materiales de último momento. El esfuerzo resultó gratificante por la oportunidad que se brinda a muchachos y chicas de escasos o medianos recursos económicos de tener un fin de semana diferente, con contenido de valores evangélicos en un marco lúdico y un entorno muy agradable fuera de la ciudad. Lo más gratificante fue la recepción de los contenidos por parte de ellos, sus rostros alegres y de satisfacción, tanto de los chicos como de sus padres. Definitivamente la vivencia más exigente y comprometedora de mi experiencia allí, pero a su vez la más reconfortante.
Como siempre, en este tipo de prácticas lo más enriquecedor a nivel de formación y motivación vocacional es el trato con la gente, que acogen con mucho cariño y apertura al fraile que llega. El trabajo en contacto con la feligresía, sobre todo los jóvenes, es gratificante y muy estimulante. Su compromiso y entrega es tal, que pude contar con la colaboración de algunos de ellos para otro trabajo que se me encomendó, que fue el de limpiar y reclasificar la pequeña biblioteca de nuestra casa. Labor que se pudo llevar a cabo en tiempo record, gracias a la colaboración de 4 chicos que nos dieron mucho tiempo de sus vacaciones para tal fin.
Por otro lado, la experiencia de vivir en una casa que tiene una dinámica diferente a la del convento de formación, también nos permite entrar en contacto con otra manera de vivir la comunidad. El compartir la vida cotidiana y trabajos con frailes que ya tienen varios años en el ejercicio pastoral y muchos de profesión, fuera del marco del convento de formación, es una riqueza. La comunidad de la Casa Santa Rosa de Lima está compuesta por dos frailes, Fray Eduardo oriundo de la zona donde está la casa y Fray Jacques, fraile de Haití, hijo de la provincia de Toulouse, destinado a nuestro vicariato. Muy provechoso aprender de dos enfoques diferentes de vivir y ver la Orden.
En resumen, el trabajo pastoral en parroquia resulta ser un muy buen espacio para crecer en el trato con los fieles, poner en práctica conocimientos de teología aprendidos en el aula y ganar experiencia y seguridad en el día a día de la misión, todo esto de cara a las responsabilidades que nos aguardan en un futuro como presbíteros. Es un espacio privilegiado para enriquecer nuestra vocación de predicadores ejerciendo la misión de la orden desde la dimensión pastoral y desde la integración comunitaria.