La clausura del Jubileo en clave de futuro

El 21 de enero del 2017 tendrá lugar en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, una Eucaristía presidida por el Papa Francisco, en la que se clausurará oficialmente la celebración del Jubileo de los 800 años de la confirmación de la Orden de Predicadores. “Clausurar” significa, según el diccionario: “poner fin a la actividad de un organismo, establecimiento, etc.; cerrar, inhabilitar temporalmente un edificio, local etc.” ¿Es que los dominicos estamos “echando el cierre”?


Todo lo contario. Un Jubileo, como nos recordaba el Capítulo General de Trogir (2013) es el momento en que las personas, las situaciones, las estructuras vuelven a su auténtico ser, a su originalidad, revisándose para descargarse de todo aquello falso, caduco o adherido que las desvirtúa en su vida y misión. Por ello, el mismo Capítulo señalaba que, junto a la memoria del pasado para ver nuestra fuente inspiradora, se trataba de empujarnos a salir hacia el futuro, lo mismo que Domingo dispersó a sus frailes en 1217, lanzándolos por los nuevos caminos geográficos, culturales, religiosos de su época.


Por ello, podemos decir que el 21 de enero en la celebración eucarística de Roma coincidirán dos acontecimientos: la acción de gracias por lo que Dios mismo ha hecho en nosotros y a través de nosotros, (con la petición de perdón y arrepentimiento de nuestros pecados personales e institucionales) en estos ocho siglos, y, mucho más importante, la inauguración del noveno centenario de la Orden. Como Nuestro Padre antaño, la Iglesia y la Orden nos van a lanzar por los caminos de nuestro mundo y nuestro hoy para “predicar la Palabra de Dios, estudiar y formar comunidades”, pequeños pero eficaces signos de que es posible vivir de una manera más humana y, por ello, más divina en seguimiento de Jesús de Nazaret.


En los días anteriores, tendrá lugar un congreso en Roma. Su título es ya un desafío programático: “Congreso para la misión de la Orden”. No es un Congreso “de” la misión de la Orden, como si quisiéramos elaborar un listado autoglorificante y narcisista de lo que estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. El “para” nos lanza hacia el futuro, lo inédito, el riesgo. Acompañados y estimulados por la vida dominicana de estos 800 años, sabemos que nuestra identidad sólo puede realizarse y crecer si sale a la intemperie, a los nuevos interrogantes, nuevos problemas, nuevos modos, nuevas preguntas. En definitiva, toda la Familia Dominicana tiene su centro en ser lanzada a ese “para”: para la Palabra de Dios, para la Iglesia, para los hombres y mujeres, para nuestro mundo concreto del que formamos parte…


Se organiza el Congreso en torno las fronteras del Evangelio hoy. Estas son:

  • Migrantes
  • Pueblos originarios
  • Diálogo interreligioso y Ecuménico
  • Pastoral en grandes centros de ciudad
  • Peregrinaciones y devoción del Rosario
  • Ministerio Parroquial
  • Educación y evangelización
  • ‘Proceso Salamanca’ y la defensa de los derechos humanos
  • Escuelas de Predicación
  • El estudio como misión de la Orden
  • Justicia, paz y cuidado de la tierra
  • Pastoral universitaria (campus ministry)
  • Arte y predicación
  •  Apostolado en prisiones
  • Apostolado de la salud
  • Comunicaciones (mass media).

En esos campos estamos, pero necesitamos estar más y mejor. Por eso queremos juntos, dominicos y dominicas: monjas, frailes, hermanas de vida apostólica, sacerdotes seculares, laicos, jóvenes e institutos seculares dominicos, preguntarnos y respondernos a estos interrogantes necesarios y urgentes:
• ¿Cómo puede el Congreso contribuir a RENOVAR LA PREDICACIÓN DE LA ORDEN y animarnos a renovar nuestra misión de predicadores?
• ¿En qué y cómo puede la Orden contribuir a reforzar la predicación de la Iglesia?
• ¿Cuál es nuestra responsabilidad específica en esta misión?
• ¿De qué manera podrán las hermanas y hermanos predicadores poner al servicio de la Iglesia el carisma que ella espera de nosotros?
• En este momento en que la Iglesia da prioridad al evangelio de la familia ¿Cuál es la contribución específica que la Orden puede dar, de una parte, desde su tradición comunitaria y de otra parte desde la realidad como “familia dominicana”?


“Vivir centrados en la Palabra”, “dejar que la Palabra crezca en nosotros y entre nosotros” han sido expresiones que durante este año han sido suscitadoras de inquietudes, revisión de conciencia, promotoras de ilusiones y sueños sobre nuestra vida y misión.
Sí, la clausura del Jubileo de los ochocientos años de la confirmación de la Orden, no significa, como dice el diccionario: “poner fin a la actividad de un organismo, establecimiento, etc.; cerrar, inhabilitar temporalmente un edificio, local,...” Por el contrario, es revitalizarnos, volver a estrenar la vida al servicio personal y comunitario de la predicación del Evangelio.