María, la patrocinadora
El Vaticano II nos recuerda que la Iglesia ha invocado a la Virgen María «con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora», debido a que la madre del Salvador ejerce su función maternal en la economía de la gracia, y «con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna» (LG 62). Dentro de nuestra identidad de predicadores, hijos de Domingo, la figura maternal de María ocupa un lugar especial.
Este lugar es tan especial que en nuestro santoral dominicano el 8 de mayo hay una fiesta dedicada a recordar la protección y defensa que recibimos de María. Por ello, reconocemos que es nuestra patrona y, por tanto, de ella recibimos patrocinio. Es oportuno rescatar el sentido genuino de esta palabra, puesto que hoy patrocinio lo entendemos como una ayuda económica, en servicios o bienes, que se recibe de una empresa o persona, a cambio de dar publicidad a su nombre o marca. El patrocinio de la Virgen María a la Orden no es así. La Orden no recibe un bien material de la Virgen y, a cambio, por ejemplo, esta le da «publicidad» promoviendo el santo rosario.
Reconociendo el patrocinio de la Virgen, la Orden recuerda la compañía espiritual que la Virgen María dispensa a la misma desde los tiempos de su fundación. El testimonio que se recoge por vía de santa Cecilia, virgen, en donde santo Domingo tuvo la visión de los hermanos cubiertos bajo el manto de la Virgen, da cuenta de una especial veneración a la Madre de Dios, profesada por el mismo fundador; veneración que contagió a los primeros hermanos y que se mantiene hoy. A cambio de este patrocino, ¿qué pide la Virgen? Nada. Patrocinar, en este sentido, es reconocer a la Madre de Dios como patrona, como modelo. Patrón no es solo la persona que manda; patrón es también el modelo a seguir.
Reconocer el patrocinio de la Virgen María es reconocer que ella es nuestro modelo a seguir. Es reconocer su maternidad pues, una madre es modelo y protectora, es verdadera patrocinadora. En especial, en estos momentos de crisis pedimos con más fuerza su protección. ¿Quién no necesita de su madre cuando está enfermo o tiene alguna dificultad? El auxilio que recibimos de la Virgen es una manifestación de la gracia, de la única gracia que es Cristo, a quien predicamos. María nos acerca más a su Hijo: en el rosario contemplamos los misterios de Jesús desde el propio misterio de María.
Fray Cecilio Molina y Fray Diego Rojas