Mascletás, ninots y buñuelos, pero también Cuaresma
Desde el último domingo de febrero hasta el 19 de marzo, día de San José, Valencia se viste de gala para celebrar las famosas fiestas conocidas como fallas. Son muchos los símbolos que caracterizan la idiosincrasia de esta celebración.
Todos los días a las dos de la tarde se oye la mascletá, un evento que tiene como protagonistas la pólvora y el ruido. Más allá de los diez minutos de euforia, ¿qué sentido tiene este evento? Quizá una buena interpretación es la capacidad que tienen las mascletás de reunir y convocar personas. En este sentido, las mascletás hacen de las fallas un espacio de encuentro y de alegría. Su sonido intenso, que suele estremecer a sus oyentes, podría recordarnos que la vida tiene también momentos de estremecimiento: justamente, la Cuaresma cristiana nos recuerda que antes de la alegría pascual ha habido en la cruz un estremecimiento de lo humano, porque un amor que se entrega es un amor que estremece. Quizá la alegría es la mejor mascletá del creyente, una alegría fruto del amor de Dios.
Además, nos encontramos con los ninots que adornan las fallas: grandes y pequeños, coloridos y diversos, son en efecto obras de arte que aluden a diversos temas y acontecimientos actuales, políticos y culturales (desde una figura de Disney hasta el presidente de Estados Unidos). Pero lo más curioso es que estarán destinados al fuego. ¿Qué sentido tiene todo un año de trabajo para luego ser quemados? A lo mejor esta es la manera que tiene el hombre de entregar su trabajo a otro fin: en el fondo es un modo moderno de ofrecer sacrificios. Los ninots, después de cinco días de exhibición, se transformarán en fuego, en ceniza. La ceniza, símbolo con el que hemos iniciado la Cuaresma, nos recuerda que todo acaba: acaban las fallas y también nuestra vida. Podemos imaginar en la quema de los ninots todo aquello que deber ser digno de purificación (egoísmo, individualismo, envidias, poder…). Todo esto y mucho más es reflejado en las figuras que con una ironía sutil también nos muestran las realidades de este mundo.
Por último, tenemos puestos de venta por la toda la ciudad. Nada más placentero que tomar un buen chocolate con buñuelos, pero ante el hambre que pasan mucho en este mundo, el placer de unos buenos buñuelos debe solidarizarnos con los que no tienen pan. No debemos pasar desapercibidos ante la abundancia de comida que estos días tendremos en las calles. Cuaresma es tiempo de ayuno, y el ayuno de hoy consiste en compartir tu pan con el hambriento.
En clave cristiana, las fallas tienen mucho que decir a los creyentes. Sin dejar de disfrutar estos días con los amigos y la familia, sería sugerente intentar ver en cada evento fallero qué más hay, qué está detrás de lo que celebra y lo que se vive. Pienso que sería un buen paréntesis dentro del itinerario cuaresmal.