Sobre la oración y los modos de acercarse a Dios
Una de las frases más escuchadas cuando uno es religioso es: «Ustedes que están más cerca de Dios…», a lo que inmediatamente me viene a la cabeza si es que la otra persona siente inalcanzable esta forma de cercanía. Porque, si bien es cierto los religiosos estamos cercanos a Dios, esto no es algo automático, como si el hábito que te pones fuera una antena para el Señor. Tampoco es que por ser religioso estemos en un estado de “otro nivel” en comparación a otras personas, como quien tiene una credencial de preferencia. En otras palabras, el ser religioso no te hace necesariamente alguien tan cercano a Dios que los demás no puedan alcanzarte. Rotundamente no. La cercanía a Dios es para quien le hace parte de su día.
Para darles una idea, pienso que tal vez quien habla de la oración, dedica más tiempo a la oración que cualquier religioso, y dice estas frases por humildad. Y déjenme contarles que la vida me ha demostrado esto, con personas que me han dicho cosas como: desde que supe que estabas en el proceso vocacional, oro todos los días por ti, y no he fallado. ¿Qué les parece? ¡Yo no siquiera conocía el nombre de la persona! Nos impresionaría saber de tantas personas que siendo laicas oran por otros sin que lo sepamos. Entonces, si no es algo único de los consagrados, y como laico sabes que tu oración puede mejorar, es natural vengan las siguientes preguntas: ¿Qué elementos tiene la cercanía con Dios?, ¿qué pasos tengo que dar para una buena oración? La respuesta es simple. Se trata de lo mismo que hace buena una relación: voluntad, actitud y hábito (y no hablamos del hábito de fraile o monja…).
El primer elemento es querer. Una buena guía es si sabes que necesitas de Dios. No sé si te acuerdas cada día de que eres ser humano, y por tanto vulnerable. ¡Necesitamos de Dios para vivir como queremos: felices de su amor! Porque aunque a veces hay momentos en que nos sentimos tan mecanizados por la rutina y cansancio, estrés del tráfico o problemas, no quita que Dios nos acompañe cada día. Y como bien se sabe, la disposición de Dios está. ¿Y la tuya? Si dices que sí, pasa al siguiente.
Actitud. Realmente los medios los sabemos, pero falta la actitud de cambio. Si quieres mejorar, hay que dedicar más tiempo a recordar su amor por nosotros. Desde música, fondos de pantalla, pósters, audios, lectio divina, evangelio del día, reflexiones, recordatorios, etc., hay muchas cosas que nos pueden ayudar a hacerlo presente. Que seguramente ya se te ocurrieron cosas, que intentaste, pero alguna vez dejaste. Hay que retomar, o buscar nuevos recursos que te motiven a conocer más a Dios.
Hábito. La cercanía está hecha de compartir. Si les soy sincero, los momentos en que he sentido menos la lejanía del Señor es cuando tengo más en mente «todo lo sabe, para qué le voy a decir lo que siento». Y esto nos rompe la idea del deseo de Dios de que lo llamemos Padre, que le contemos nuestras alegrías, tristezas y frustraciones. Compartir es lo que nos une. Y si lo haces diario, la cercanía será mayor.
En resumen, «dedíquense a la oración: perseveren en ella con agradecimiento» (Col 4,2). Como ves, la cercanía a Dios está en tus manos. Y, bueno, aprovechando la ocasión, gracias de nuevo a ti, por tenernos a los demás en tus oraciones.