Un Adviento para entrar en la noche
Como nunca, el Adviento se presenta muy inoportuno. Pareciera que fue ayer cuando nos enteramos de la llegada de una enfermedad contagiosa, que nada tenía que ver con nosotros, ni nuestras familias, ni nuestros trabajos, ni nuestras formas de vivir. Ha sido un año muy duro como para comenzar a pensar en valles aplanados (Is 40,4), caminos enderezados (Is 45,2), estallidos de alegría (Is 61,10) y luces demasiado brillantes (Lc 2,9). Este año pareciera que la justicia y la paz no se besaran (Sal 85,10), y con bastante más probabilidad, los niños no jugaran en la cueva de la víbora (Is 11,8).
El Adviento es un tiempo intenso que nos dispone para la noche. En el cristianismo lo importante sucede en la oscuridad (la Navidad y la Resurrección): en las crisis, con carencias y en silencio. Son acontecimientos poco claros, y por eso ni siquiera son del todo evidentes. Por eso nuestra fe es exigente, ya que nos pide ser capaces de entrar en esta «oscuridad», esquivando las propuestas del egoísmo, atreviéndonos a la vertiginosa libertad que nos ofrece el amor.
Este año la voz del que grita en el desierto (Jn 1,23) resonará con fuerza, porque la Covid, de alguna u otra manera, nos tiene todavía caminando por ahí, perdidos y sedientos, cansados y apagados. La pandemia y el confinamiento nos han llevado a esos lugares límite que no frecuentamos, a las preguntas y a las angustias que no nos atrevemos a mirar.
Nuestra fe es exigente, ya que nos pide ser capaces de entrar en esta «oscuridad».
Jesús, el hombre de las noches y amaneceres, nunca quiso vivir lejos de las heridas de su gente. No estaba lejos de las calamidades de su pueblo. Para él se trataba, sobre todo, de mostrar señales de una nueva realidad que se está gestando, «un cielo y una tierra nuevos» (2 Pe 3,13). Para ello nos invita a mirar de otra manera, lejos de lo inauténtico, abrazando los límites que el desierto nos ofrece, «sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía» (san Juan de la Cruz).
Caminar en medio de la noche de este 2020 no ha sido fácil, pero tal vez este Adviento y su irrupción nos conduzcan hacia esa débil luz que sigue brillando a pesar de todo y que, hace tantas noches atrás, deslumbró a pastores y a magos. ¡Feliz camino!