Un cuadro sin rostro

Un cuadro sin rostro

Fr. Néstor Rubén Morales Gutiérrez
Fr. Néstor Rubén Morales Gutiérrez
Convento di Santa María sopra Minerva, Roma

En la conmemoración de los 800 años de la muerte de Santo Domingo (1221-2021), presentaremos una serie de artículos dedicados a resaltar la figura de Domingo. Este es el primero titulado: "Un cuadro sin rostro". 

Noviembre de 2015. Recientemente habíamos celebrado la toma de hábito. Son las 10.30 a. m., van llegando los novicios a la sala de reuniones, están los libros en la mesa, hay un sol precioso, aunque el otoño en Sevilla comienza a llegar. Se escuchan los pasos del Maestro de Novicios, pero… esta vez viene sin libros; solo trae unas pequeñas estampas. En ellas únicamente se ve una silueta; parece un hábito dibujado. «¿Qué será?», nos preguntamos todos, mirándonos fijamente. Hay preguntas que se hacen con los ojos y respuestas que se obtienen sin palabras. El Maestro, con una voz serena, nos dice: «Hoy vamos a hablar de un cuadro sin rostro».

Era la estampa de Henri Matisse: no la conocía, era la primera vez que veía a un dominico sin rostro. «¿Quién es el fraile?», le pregunté al Maestro. Su respuesta fue otra pregunta: «¿No lo intuyes?». Y todos dijimos a una voz: «Santo Domingo, nuestro Padre». La historia cuenta que Fr. Vicente de Couesnongle, antiguo maestro de la Orden, le preguntó a un laico quién era para él Santo Domingo. La respuesta, un poco embarazosa, fue: «No sabría... no lo he encontrado jamás». Ante la insistencia, le prometió que pensaría en la pregunta y que le respondería por escrito. Pasado el tiempo, el laico le contestó en una carta: «No sé qué decir... La única cosa que sé es que a Santo Domingo lo he encontrado en tal dominico y en tal dominica… con su carisma, sus expresiones, su oración, su trato, su estar…».

Matisse-horizontal

Al conocer esta historia, luego de reflexionar en la respuesta del laico y de contemplar el cuadro sin rostro, me di cuenta de que tal silueta tenía el rostro de frailes, hermanas, laicos que con su vida me han dado a conocer a Santo Domingo y el carisma de la Orden. Pensaba en las dominicas de Granada, que tienen una misión en mi pueblo (Martí, Cuba), en el padre Pepe y el padre Manuel Uña, y luego en tantos otros que me ayudado a crecer y madurar en la vocación.

 Hoy, como ayer, la pregunta de Couesnongle sigue siendo actual: ¿Quién es para ti Domingo de Guzmán?; o dicho de otro modo: ¿En qué y en quiénes ves el rostro de Domingo?, o ¿cuál es el rostro de Domingo que has encarnado en tu vida dominicana?

Cada dominico es la realidad inmanente de la figura trascendente de santo Domingo, lo cual supone un compromiso y una verdad. Estamos llamados a encarnar a Santo Domingo hoy: darle un rostro humano, como el famoso cuadro sin rostro de Matisse, que tiene el rostro en blanco, y en el que cada uno de nosotros, con nuestra vida de cada día, debemos dibujar un rostro.