In Medio Ecclesiae
El 30 de abril, la Iglesia Universal celebra a uno de los grandes hijos de la Orden de Predicadores, San Pío V, Papa. A cuenta de la elección del Papa Francisco, y aprovechando esta festividad, presentamos algunas de las relaciones tan profundas que se han dado entre la Orden de Predicadores y el Papado.
Y es que, como no podía ser de otro modo, esas relaciones han sido a veces estrechas y a veces tirantes, pero desde luego, siempre de reconocimiento, de lealtad y de fidelidad, teniendo presente la voluntad de Domingo de Guzmán de estar "in medio ecclesiae", en el centro, en el corazón de la Iglesia, a su servicio, y ello desde el principio mismo de la existencia de la Orden.
Y es que la Orden nació precisamente dentro del movimiento eclesial impulsado por el papado que fue la Reforma Gregoriana -nombre tomado del papa que fue su impulsor, Gregorio VII (1073-1085)-, que fue una reforma que buscaba una vuelta a los orígenes apostólicos de la Iglesia, y una libertad y autonomía de ésta frente a los poderes seculares, si bien, para hacerlo, se apostó por una centralización del poder en el Pontífice, que pasó a ser algo más que el Obispo de Roma, para ser cabeza de autoridad de toda la Iglesia Católica. Como con todos los movimientos de la Iglesia, con ello se ganaron cosas -independencia, libertad, un impulso de la predicación, una vitalidad apostólica- y otras se perdieron -pluralidad, horizontalidad, sencillez-.
Tres papas se entrelazan con la vida de Domingo de Guzmán en los comienzos de la Orden. Inocencio III, el papa en el tiempo del nacimiento de la Orden; su sucesor Honorio III, que la confirmó; y el sucesor de éste, Gregorio IX, amigo de santo Domingo y que lo canonizó.
Inocencio III fue quien impulsó a Nuestro Padre a la predicación en el sur de Francia entre los cátaros, y fue ante él ante quien, en el IV Concilio de Letrán, presentó la idea de una Orden de Predicadores. Es de Inocencio III de quien se cuenta que en esos días tuvo un sueño en el que veía como la Basílica de Letrán estaba a punto de desplomarse y caer, pero que un hombre la sostenía sobre sus espaldas: fray Domingo. Al despertarse le mandó que fuera al encuentro de sus hermanos y que eligieran una regla ya existente que fuera la más favorable a su instituto, para fundar la Orden de Predicadores. Este sueño, que ha sido recogido en los anales de la Orden de Predicadores, se cuenta también y en las mismas circunstancias de san Francisco de Asís. Dicho sueño permanece vivo todavía en la basílica del Vaticano donde las estatuas de san Francisco y santo Domingo son las más próximas a la cátedra de san Pedro.
Honorio III, por su parte, sucesor de Inocencio, fue quien aprobó la Orden de los Frailes Predicadores en sus dos bulas del 22 de diciembre de 1216 con sus dos elementos esenciales: el estado canonical y la predicación. Gregorio IX por su parte, -Cardenal Hugolino- que había sido amigo de Domingo y su asesor en los asuntos de la curia Romana antes de ser papa, fue quien como Cardenal presidió el funeral en la muerte de santo Domingo, en 1221, y quien, ya como pontífice, lo canonizó en 1234.
Otro de los lazos con el pontificado, este quizás de más tirantez pero que denota mucho la forma de entender esa fidelidad libre y veraz de los dominicos con el papado, es el referente a uno de los principales lemas de la Orden: Veritas: la Verdad. Y es que, en el año 1333, el emperador Luis de Baviera, admirado de cómo los dominicos combatían un error del papa Juan XXII (1316-1334) y se enfrentaban también al mismo emperador, que estaba en lucha con el Papa, afirmaba que: "La Orden de Predicadores es la Orden de la verdad, ya que la defiende con tanta decisión como libertad". La Orden de la Verdad. Sin embargo, esa vinculación con la verdad, parece que viene ya de tiempos del papa Clemente IV (1265-1268), en una carta al Capítulo General celebrado en Tréveris en el año 1268, había aplicado a la Orden el texto de Isaías (26, 2), cuya traducción en la Vulgata era: "Pueblo santo, que defiende (custodia) la verdad".
El más conocido sin embargo de los lazos de unión de la Orden de predicadores con el pontificado, es el de la propia vestidura del papa, y es que éste, va vestido de dominico. La tradición dice que San Pío V, al ser elegido Papa, quiso conservar el hábito blanco dominicano en vez de la túnica púrpura de cardenal que solían llevar los Papas hasta entonces, y de la que aún queda la esclavina que a veces usan los pontífices. Desde ese momento los Papas han llevado túnica blanca hasta nuestros días. Pio V, quien ayudó a la Compañía de Jesús en su expansión por todo el mundo, estará feliz de ver a un jesuita como sucesor de San Pedro hoy.
Otra curiosidad en torno al papado y la Orden es que cuatro han sido los papas dominicos, y que los cuatro fueron elegidos por unanimidad, lo que significa que eran hombres muy apreciados y valorados por todas las distintas sensibilidades que nunca faltan entre los cardenales participantes en un Cónclave. Inocencio V, fr. Pedro de Tarantasia, fue el primero, y no llegó ni a un año, pues fue papa de enero a junio de 1276; Benedicto XI (1303-1304), duró sólo algunos meses más, ocho, y se dice que fue muerto asesinado; san Pio V (1566-1572), fue el papa de la reforma litúrgica, de la Batalla de Lepanto, y de la instauración de la fiesta de la Virgen del Rosario; y Benedicto XIII (1724-1730) que no hay que confundir con el anti-papa Luna del mismo nombre. De él se dice que gustaba de almorzar huevos guisados según una receta personal, la cual en Italia, incluso hoy en día, es conocida como huevos benedictinos en honor de este papa.
Es de destacar también los frailes dominicos que han jugado algún tipo de papel en las relaciones con el papado. Está así San Raimundo de Peñafort (1175-1275), patrón de los juristas, que fué el encargado por Gregorio IX de compilar toda la legislación canónica existente hasta ese momento en un proto-código de Derecho Canónico. El beato Juan Dominici (1355-1419) participó en el Cónclave de 1406, central para la resolución del Cisma de Occidente, al que asistió no como cardenal, sino como embajador de Venecia, y en el que tuvo gran protagonismo en la elección de Gregorio XII quien lo tomó como confesor y consejero, lo hizo obispo y después cardenal. Para resolver el cisma de Occidente, aconsejó al Papa que dimitiera y fue el dominico quien lo anunció al Concilio de Constanza. Participó en 1417 en la elección de Martín V poniendo punto final al cisma. También en torno a ese Cisma, San Vicente Ferrer, quien apoyó primero al anti-papa Benedicto XIII, el Papa Luna, y luego para resolver el conflicto apoyó a Martín V.
Asesores, confesores y consejeros de papas han sido muchos a lo largo de los siglos: El ilustre teólogo Tomás de Vío Cayetano en el s. XVI;o Girolamo Bernerio, cardenal Obispo de Albano, que participaró en los dos cónclaves celebrados en 1605, el que eligió a León XI, donde él era un firme candidato pero fue vetada su elección por el rey de Francia, y en el de Pablo V. Sin contar a los teólogos que en los concilios convocados por los Papas han sido peritos, asesores y consejeros, desde el Concilio de Trento, convocado por Paulo III, en el que participaron grandes figuras de la Escuela de Salamanca, como Domingo de Soto, hasta el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, donde brillaron con luz propia los teólogos dominicos Congar, Chenu y Schillebeecxs.
En el siglo XX hubo electores dominicos de papas en todos los cónclaves, destacando Raffaele Pierotti, O.P. Maestro de Sacro Palacio, teólogo del Papa, titular de San Cosme y San Damián, que formó parte en 1903 de la elección de Pío X; Tommaso Pio Boggiani, O.P., Canciller de la Cámara Apostólica, que partició en el cónclave que eligió a Pio XI, en 1922, y de nuevo en 1939 para elegir a Pio XII; o el que fue Maestro de la Orden, Michael Browne, que formó parte del cónclave que eligió a Pablo VI en 1963, cuando tenía 76 años. En 2005, en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, estuvo presente un cardenal dominico, Christoph Schönborn, O.P., Arzobispo de Viena, elevado al cardenalato por su labor de responsabilidad y coordinación en la redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. El card. Schönborn ha participado de nuevo en la elección del papa Francisco, en 2013, y junto a él, Dominik Jaroslav Duka, O.P., Cardenal Arzobispo de Praga.
Como no podía ser de otro modo, la relación entre la Orden de Predicadores y el Papado, ha sido fecunda y profunda en estos casi ocho siglos de historia de los dominicos. Algunas veces más tensa que otras, asumiendo la libertad y la verdad de la condición de cristianos, pero a su vez reconociendo el valor y el signo de unidad que significa el Papa para todos los creyentes, y siempre, los dominicos, desde el servicio que hemos asumido como misión y encargo del Espíritu Santo, ser predicadores de la Palabra de Dios para el mundo y la Iglesia, "in medio ecclesiae".