La Virgen del Rosario

Fr. Luis Javier Aguilera Fierro
Fr. Luis Javier Aguilera Fierro
Convento Santo Tomás de Aquino, Sevilla

Fiesta de la Virgen del Rosario
 

Una experiencia: las madres

Hay una cosa que siempre me llamó la atención cuando iba de voluntario a las prisiones y era la presencia de las madres a las puertas de la prisión esperando para ver a sus hijos. Daba igual lo que el hijo o hija hubiese hecho, ellas seguían estando a su lado acompañándolos, ayudándolos e intentado que dejasen su pasado de drogas, robos…

Esta presencia me recordaba mucho la parábola del Hijo Pródigo, en la cual, el padre sale todos los días a la puerta para ver si el hijo llega y cuando le ve llegar sale corriendo a abrazarle y darle una fiesta de bienvenida porque “este hijo mío que estaba muerto ha vuelto a la vida”.

Junto a esto siempre es una gran experiencia el ir a un parque y ver como las madres están pendientes de los hijos, muchas veces sin que estos se den cuenta. Están ahí si el niño o la niña se caen, si se pelean, si hay algo que les da miedo.

La experiencia de María

Esta figura de la madre, que muchos de nosotros conocemos, nos la encontramos en María, la madre de Jesús, aunque con algún cambio. Para María su hijo ya no es sólo Jesús sino que somos cada uno de nosotros. Esa son las palabras que Jesús dice a su madre y a uno de sus discípulos: “Juan ahí tienes a tu madre, María ahí tienes a tu hijo”. Y esa es la actitud que tiene María con la primera comunidad cristiana y anteriormente antes de la muerte de Jesús.

A María en la anunciación la vemos fiándose de Dios y respondiéndole con un sí. Esto hace que lleve a Jesús a su propia vida, no sólo porque lo lleve físicamente en su seno sino porque vive como el vivió y nos invita a nosotros a mirar y a seguir al maestro: “haced lo que el os diga”.

Esto a María le lleva a olvidarse de su propio embarazo para ir a cuidar a su prima Isabel, que siendo anciana había tenido un hijo. Le lleva también a hacer de mediadora entre los demás y Jesús como cuando en las bodas de Caná se termina el vino, símbolo de la alegría, una alegría que todos necesitamos en nuestra vida. Vemos a María junto a la cruz, un crucificado que continúa presente en los crucificados de nuestra historia. Nos encontramos a María entre la primera comunidad cristiana como seguidora de Jesús y como modelo en su seguimiento.

Podríamos decir que María, con su vida, nos muestra a su Hijo y nos invita a llevar a su Hijo a nuestra propia vida.

El Rosario: oportunidad para mirar a Jesús y hablar de ÉL.

La Virgen del Rosario es una advocación muy dominicana. Nos invita a mirar lo fundamental del misterio de Cristo y nos invita a hablar de él, es decir a anunciar la Buena Nueva desde nuestra experiencia de Dios.

La misión de los dominicos y dominicas (monjas contemplativas, frailes, laicos y hermanas de vida activa) es la predicación, el anuncio del evangelio. El rosario a lo largo de la historia ha sido una forma de predicación ya que ayudaba a la gente a fijarse en lo que era lo fundamental del mensaje cristiano.

El Rosario nos invita a vivir la alegría cada vez que recordamos los misterios gozosos. Celebrar que Dios se encarna y es como uno de nosotros, excepto en el pecado, es celebrar a un Dios cercano que no se queda alegremente en “su cielo” sino que se hace hombre y vive nuestras mismas alegrías y tristezas, haciéndose presente en nuestra historia y acercándonos a todos nosotros un poquito más a Dios.

Igualmente el Rosario nos invita a vivir el dolor cada vez que recordamos los misterios dolorosos. No porque Dios quiera que suframos ya que el Dios que se manifiesta en Jesús no quiere el sufrimiento. Dios lo que quiere es que seamos felices.

Los misterios dolorosos lo que nos hablan es de un Dios que se pone al servicio del ser humano. Un Dios que lucha por la justicia, por la paz, por la libertad. Un Dios que es solidario y que quiere que todos nosotros seamos solidarios. Y es por todo esto por lo que Jesús muere crucificado. Muere por ponerse al lado de los que sufren denunciando las injusticias que los hombres y mujeres sufrían a nivel social, político, económico y religioso.

Y junto a la alegría y el dolor, el Rosario también nos recuerda que el Dios de Jesús es un Dios salvador. Esto lo vemos en los misterios gloriosos. La lucha de Jesús por un Reino de justicia, de paz, de amor… llega hasta sus últimas consecuencias con su resurrección. Con su muerte vence nuestra muerte y con su resurrección nos da vida plena. La última barrera de vida, que es nuestra muerte, queda vencida y nos reserva un sitio a su lado.

Por último, en los misterios luminosos, se nos invita a anunciar a todas las gentes la Buena Nueva del Evangelio: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio” (Lc 10,1.9). Se nos invita a vivir como vivió Jesús: sintiéndonos hijos de Dios, luchando por hacer de este mundo un mundo mejor (denunciando las injusticias y ofreciendo nuevos caminos) y viviendo las tristezas y las alegrías de nuestro mundo, haciéndonos cercanos con los crucificados de nuestra historia.

Que la Virgen del Rosario nos lleve a todos a poner nuestra mirada en Jesús para hablar de Él en el mundo que hoy nos toca vivir. Para hablar de Él en nuestras familias, grupos de amigos, en el trabajo, en nuestros barrios. Cada vez que luchamos por la justicia, por la paz y la libertad hablamos de Jesús porque esto es lo que Jesús quiere que hagamos (Mt 5, 1-12; 25, 31-40; Lc 4, 16-21).