Los Modos de Orar de Santo Domingo

 

El pasado verano dedicamos las entradas de nuestra página a la historia de la Orden. Este verano os ofreceremos un aspecto muy concreto de la espiritualidad de nuestra Orden y puede que algo desconocido fuera de la vida dominicana; se trata de lo que conocemos en la Orden como los “Modos de Orar de Santo Domingo”. Cada semana expondremos uno de los nueve Modos de Orar; con textos de Fr. Ángel Fariña y las ilustraciones de Fr. Félix Hernández.

La actividad con gestos que usaba Santo Domingo, recogida en los citados Modos de Orar, no supone una novedad con respecto a lo habitual en su época. El testimonio de los Modos de Orar se encuentra corroborado por los testigos del proceso de canonización de Santo Domingo, y por la mayoría de las narraciones primitivas sobre su vida. El fraile dominico Francisco de Posadas hablaba de ellos diciendo en la biografía que escribió sobre Santo Domingo que “cada movimiento era una lengua que hablaba de lo que rebosa el corazón”. Pero hay que tener algo en cuenta, a saber: a Santo Domingo le resultaba fácil seducir a las personas con las que se encontraba, pues, como confiesa Fr. Jordán de Sajonia, sucesor de Santo Domingo, y él mismo lo había experimentado; “se atraía con facilidad el amor de todos. Apenas le veían, se introducían sin dificultad en su corazón”.

En el caso de Santo Domingo, además, se da una curiosa paradoja. Parece como si tuviese una doble vida, explicamos estos para que no se malinterprete. Por un lado, Santo Domingo realiza la enorme labor de organizar una estructura tan compleja y admirada por los juristas como la de la Orden de Predicadores, la profunda dedicación a la predicación, los viajes, y un largo etcétera. Por otro lado, la intensa vida de oración que caracterizaba a nuestro padre.

Es la división entre lo diurno y lo nocturno (este aspecto último por supuesto también es tiempo de salvación), entre la actividad y la contemplación, que ya aparece en la primera biografía de Santo Domingo escrita por Jordán de Sajonia. Con semejante imagen se intenta mostrar una especial cualidad de presencia, una capacidad sorprendente de estar íntegramente donde y en lo que se está. Pasando sin rupturas de la oración a la acción y viceversa. Como dicen varias veces los Modos de Orar, se ve de qué modo había Santo Domingo integrado satisfactoriamente lo psicológico y lo espiritual.

A pesar de que la cercanía de trato con Dios es resaltada en todas las hagiografías, algo debió seducir poderosamente a quienes vieron orar a Santo Domingo. Un texto como el de los Modos de Orar, nace de esa experiencia, es decir, alguien que lo ha visto escribe sobre Santo Domingo sin sacarlo de su experiencia cotidiana, reduciendo al mínimo los acontecimientos extraordinarios, manteniendo continuamente una actitud narrativa descriptiva y por consiguiente, de gran eficacia.

Aprender a orar; y orar con los Modos de Orar de Santo Domingo en nuestros días puede ser una invitación a recuperar la posibilidad de dar cauce a la expresión corporal, gestual y verbal con la suficiente espontaneidad, creatividad y naturalidad. Esta invitación puede venir, además, a satisfacer la demanda de tal recuperación que existe en la actualidad en diversas sensibilidades de orientación cultural y religiosa muy diversa.