Primer Modo de Orar

Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Fr. Ángel Luis Fariña Pérez
Convento Virgen de Atocha, Madrid

 

PRIMER MODO DE ORAR

En el primer modo de orar contemplamos a Santo Domingo inclinado hacia el crucifijo. Podemos interpretarlo como un gesto de gratitud y de amor hacia Cristo, a la vez que un querer imitarlo haciendo por los demás lo que Jesús ha hecho por él: abajarse. Es un acto de humildad que implica el amor agradecido y lleva al seguimiento. 

Ser humilde consiste en no despegarse de nuestra realidad y nuestra verdad; no presumir con el orgullo o la jactancia, ni ser acomplejados con sentimientos de inferioridad. Sin humildad no habrá servicialidad, porque solo sabe servir quien descubre los derechos de los otros y lo importantes que son los demás. Santo Tomás de Aquino recogió en su Suma de Teología que “mediante la humildad, debemos someternos al prójimo por Dios”.

Santo Domingo en este primer modo de orar inclinado ante el crucifijo pide la humildad, porque sabe que sólo puede venir de Dios. Sólo a los que el Padre revela que son sus hijos gracias a Jesús pueden ser conscientes de que ésa es su grandeza y no necesitan aparentar, ser alabados o tenidos en cuenta. Al contrario, se percatan, y se alegran por ello, de los valores y virtudes de los demás tomándolos por maestros en lo que poseen de bueno.

Practicar la humildad como lo hizo Santo Domingo es reconocer nuestros propios límites, renunciar a aspiraciones desmedidas y no perseguir cosas grandiosas. Esta actitud, o dicho de otra forma, actuar así, es razonable y de sabiduría humana; manifiesta higiene mental y una simpática modestia. De esta forma actúa Dios con cada uno de nosotros, tanto en los momentos alegres como en los no tanto; en los momentos de consuelo o cuando aparece la aflicción. Cuando somos niños nos encontramos seguros, felices, cuidados y llenos de amor. Así tenemos que estar nosotros en esta vida; porque Dios, como acertadamente dijo el papa Juan Pablo I, es padre y madre por tener todas las virtudes de los padres y de las madres.

Al ser imagen y semejanza de este Dios padre-madre, esta humildad que vemos reflejada en Santo Domingo nos tiene que llevar a la compasión y a la misericordia en favor de los demás. Porque Santo Domingo quiso que sus hijos e hijas, que en la vida de toda la Familia Dominicana imperase la humildad. Por eso no es extraño que nos la dejara en su testamento: “Practicar la humildad, tener caridad, guardad la pobreza voluntaria”.

 (Dibujos de Fr. Félix Hernández OP)