Renovación y Reforma en la Orden
Como en toda la historia de la Iglesia, la Orden de Predicadores también sufrió muchos cambios, desde finales del siglo XIV hasta la mitad del siglo XVI. Cambios como el Cisma de la Iglesia de Occidente, la Reforma en la Orden impulsado por el 23º maestro de la Orden, Raimundo de Capua, misiones de predicación como método de conversión, expansión de la Orden Terciaria, etc.
La Orden también se vio tambaleada por las condiciones sociales cambiantes de la época, como la guerra de los Cien Años y la Peste Negra. Que incluso llega a cambiar sus constituciones en lo referente a la convocatoria de los capítulos generales, de modo que fuesen a cada dos o tres años en vez de tenerlos anualmente, porque las condiciones de movilidad se hacían más precarias.
Con el Cisma de la Iglesia Occidente, la orden de predicadores, quedó dividida geográficamente, es decir, las provincias francesas, españolas y la napolitana, obedecían al Papa de Aviñón y las de Europa de leste, al Papa de Roma.
La Reforma impulsada por Raimundo de Capua, pretendía que los frailes volviesen a la observancia regular de los primeros frailes del siglo XIII. Se distinguían los dominicos "Observantes" (reformados) y los "Conventuales" no reformados.
Con las misiones a otras tierras, utilizando la predicación como método de conversión, se cumplió en parte uno de los sueños de Santo Domingo que desde el principio procuraba dispersar a sus frailes para que predicaran en tierras lejanas, por eso decía: que el grano de trigo amontonado se pudre con más facilidad. Y como gran ejemplo entre los dominicos de este periodo tenemos a San Vicente Ferrer, que predicó a los judíos y a los moros de Europa.
Durante el siglo XV aumentaron los monasterios de la Orden, sobre todo por Alemania y Holanda. La fama de Santa Catalina de Siena, canonizada en 1461, contribuyó mucho a la expansión de la Tercera Orden, aprobando su regla en el 1405 por el Papa Inocencio VII.
Cuando me puse a escribir este artículo, me acordé de la experiencia del noviciado, en la cual, teníamos clases de historia de la Orden, era algo que me gustó mucho, porque he podido comprobar a lo largo de los casi ocho siglos, todo lo que ha contribuido a la Iglesia la Orden de Predicadores. Son casi 800 años de altos y bajos, pero aquí estamos. Y de todo lo ocurrido en este periodo, me quedo con algo muy importante: que la Orden a pesar de sus más y menos, nunca se dividió definitivamente, como pasó con otras órdenes religiosas a lo largo de la Historia de la Iglesia.
Si se pudiera hacer una crítica a todos estos “cismas”, podría quizás reprocharles a estos mis hermanos de no haber leído “los signos de los tiempos” con suficiente discernimiento. Tomo como ejemplo la cuestión de la Reforma. Por un lado, los reformados, que querían renovar su apostolado teniendo una estricta vida de oración, recogimiento sostenido por la vida común, una disciplina religiosa, la abnegación y el estudio asiduo. Por el otro, los no reformados, que querían una vida menos estricta y cerrada entre los claustros. Y hoy me pregunto: si hubiese nacido en aquel periodo, ¿en qué bando me movería? Y llego a la conclusión que no existen frailes perfectos, comunidades perfectas, que no estamos tallados del mismo tronco.
Y actualmente, para leer nuestros tiempos acertadamente, necesitamos escuchar el Espíritu Santo, conocer nuestra historia, y vuelvo a cuestionarme: ¿ estos hermanos dominicos que nos antecedieran, qué nos puede aportar a los frailes del siglo XXI y a los que se están planteando este camino? Pues que es tiempo de reforma también entre nosotros, se habla desde hace años de unión de provincias, vicariatos, comunidades. Los frailes de este periodo son un ejemplo para nosotros, de unión y colaboración, muchos biógrafos narran que a pesar de los conflictos que ocurrían ocasionalmente, entre reformados y no reformados vivían, de ordinario, en amistad fraterna. Y pienso: ¿cuántos hermanos nuestros reformados y no reformados existen entre nosotros? Pues muchos, pero más que ponernos estos calificativos, y a veces defenderlos a capa y espada, somos hermanos en Santo Domingo y este hecho tiene que ser más fuerte que cualquieras diferencias que puedan existir entre nosotros. Porque cada uno vive su vocación desde donde le llama Dios.
La Orden cada día que pasa es más universal, somos frailes que estamos aquí y ahí, cumpliendo una misión. Somos de distintos lugares, que por eventualidades de la vida, nos encontramos compartiendo una vida en comunidad. Somos diferentes sí, pero lo que nos tiene que unir es que todos estamos llamados a trabajar para ser cada día mejores personas, mejores cristianos, mejores frailes…