"¿Quien Conoce el designio de Dios? ¿Quien comprende lo que Dios quiere?"

"¿Quien Conoce el designio de Dios? ¿Quien comprende lo que Dios quiere?"

Fr. Vicente Benedito Morant
Fr. Vicente Benedito Morant
Convento de Sta. Catalina, Virgen y Mártir (Barcelona)
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XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


“¿Quien Conoce el designio de Dios?; ¿Quien comprende lo que Dios quiere?”. Ciertamente estas cuestiones son de suma importancia para el creyente, porque supone saberse criatura y limitado frente a Dios que es ilimitado. A todos nos cuesta mucho reconocer nuestros límites, no podemos olvidar que el instinto de superación es una característica propia del ser humano. Sin embargo es necesario reconocerse criatura frente a Dios, sabernos posicionar para no hacernos una imagen de Dios acomodada a nuestras expectativas y aspiraciones. Ciertamente el hombre necesita a Dios cercano, con el que se pueda relacionar y esté seguro de su presencia con él y en él. Pero también al Dios que le trasciende y que por ello mismo es capaz de trascender toda la problemática humana, incluso aquella que no alcanzamos a intuir pero que nos impide desarrollarnos como personas. Solo un Dios así es capaz de llevar al hombre a su superación, a su plenitud.


Por ello el hombre creyente se sabe llamado a ser justo, a trabajar por la justicia, pero esto mismo supone la conciencia de que la justicia de Dios supera a la del hombre. Por lo tanto, el hombre tenderá a la superación de aquellas normas de justicia que van descubriéndose como insuficientes y que deben de ser reformuladas o substituidas por otras más elevadas. Así lo vemos en el caso de la exhortación de Pablo a Filemón respecto de su esclavo Onésimo. En definitiva sumarse al plan de Dios para el mundo supone una apertura de mente, de espíritu y de corazón a la novedad de su buena noticia en cada momento. Es decir, supone la conciencia de camino, de necesidad de superación, de la más íntima y fuerte convicción de que los planes de Dios superan con mucho los nuestros. Solo de esta manera seremos capaces de crecer y transformarnos a nosotros primero, pero también a nuestra sociedad y a nuestro mundo. Solo así haremos que nuestro mundo sea cada vez más justo, más humano, más pleno y feliz como Dios espera de nosotros.


Desde esta perspectiva se comprende un evangelio en el que Dios nos llama a una auténtica prudencia. Efectivamente, Dios no pretende imprudencias por parte del hombre. Así lo vemos cuando en el evangelio se hace referencias a realizar cálculos prudentes como los del rey o el general. Sin embargo, Dios nos llama a una verdadera prudencia en la relación con Él. Con el Dios que nos trasciende y que nos ama infinitamente lo prudente es no tener medidas, no ponerle límites, no anteponerle elementos y proyectos humanos. De ello depende la verdadera libertad y felicidad del hombre. Pues la libertad, la felicidad y el bien del hombre es el mismo Dios y en esto nunca puede existir contradicción. Solo poniendo a Dios sobre todas las cosas el hombre se hace más pleno y humano pues es el mismo Dios el único capaz de humanizar al hombre.


Pidámosle a Dios que nos abra nuestras mentes y nuestros corazones para crecer en justicia, misericordia y humanidad entregándonos cada vez con mayor intensidad a su plan con el mundo.