“Una pisca de sal y un rayo de luz” V domingo del T.O ciclo A

Fr. Alexis Coffi González
Fr. Alexis Coffi González
Convento de Santo Domingo, Rep. Dominicana
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El texto del evangelio de Mateo nos presenta dos parábolas sencillas y fáciles de comprender. Después de las bienaventuranzas el Señor se dirige a los discípulos utilizando dos símbolos que rebasan la interpretación de una cultura local y temporal para ponerse al alcance universal y de todos los tiempos. Se trata de la sal y de la luz, elementos vitales, que proporcionan calidad de vida y forman parte del cotidiano hacer humano.


El significado de estos dos símbolos es tan sencillo como el mismo modo en que están presentes en nuestras vidas y a la vez tan importantes como la forma en que percibimos su ausencia. La sal no se ve en las comidas, pero enseguida nos damos cuenta que falta en cuanto damos el primer bocado. Su función es fijar el sabor de los alimentos y disolverse entre ellos, de tal forma que los penetra y los cambia. Con una pisca de sal todo queda en su justo equilibrio.


Cuando Jesús dice a sus discípulos “vosotros sois la sal de la tierra” podemos comprender que señala nuestro lugar en el mundo, disueltos, mesclados, pero acentuando el sabor de la humanidad. Los seguidores de Jesús tienen la responsabilidad y el compromiso de llenar a toda la tierra del buen gusto por la vida, la alegría, la paz y el bien. Los que han conocido al Señor y le han seguido tienen que participar de su misión salvadora que es devolver el sentido original de su obra amorosa y hacer salir lo mejor de cada cosa.


Quienes por razones de salud tienen que tomar los alimentos sin sal conocen la diferencia entre un manjar insípido y un plato a la sazón. La sal de los cristianos nunca causará hipertensión a la sociedad, por el contrario, le devolverá el gusto por vivir y compartir todo lo que somos y tenemos. Los cristianos debemos fijar el sabor de la justicia y el bien común en la desabrida sociedad de la indiferencia.


Jesús no atribuye superioridad a sus discípulos, sino que los anima en su misión y les previene del peligro del desánimo y el acomodo cuando dice “pero si la sal se vuelve sosa no sirve más que para tirarla…” no hay que perder el “salero”  la alegría de la vida cristiana como tampoco hay que dejar de “poner sal a las cosas” en el sentido de causar inquietud, reflexión y dialogo.


Tan significativo como simbólico es “vosotros sois la luz del mundo” otra llamada de atención al compromiso cristiano de trasmitir la claridad que hemos recibido de Cristo, luz del mundo. La luz deja ver la verdad de las cosas, reconocerlas e identificarlas. Con la luz nos ponemos en camino para saber por dónde andamos y dónde pisamos. Basta un rayo de luz para que comience a amanecer.


Las Palabra de Dios trasciende el símbolo y se convierte en realidad, es “lámpara para nuestros pasos” nos conduce por el camino que lleva a la plenitud de la vida. Quienes se han dejado alumbrar por la Palabra han reflejado la luz de Dios. Santo Domingo, fue un hombre de la Palabra que iluminado por el Espíritu fundó una Orden para la Predicación. Por su ejemplo de vida cristiana se le llama “luz de la Iglesia” porque fue un reflejo de la vida del Señor que le llamó a ser luz del mundo.