San Juan Macías: comunicador de la Fe cristiana
La tarea de comunicar la fe cristiana no sabe de privilegios pero no deja de ser, nada más y nada menos, que muy exigente. Diría que es una tarea de toda persona bautizada y comprometida con la causa del Evangelio y añado a esto que, también, comunican la fe como un hecho que concede credibilidad a la vida humana, quienes en su tarea cotidiana siendo conscientes, sin haberse bautizado, trabajan honestamente a favor de la dignidad de las personas, con generosa gratuidad, sin esperar algo a cambio.
Hoy, se nos presenta a un misionero de Extremadura, fraile dominico, modesto y sencillo evangelizador en América. Nacido en 1.585 y muerto en 1.645 quizás poco conocido para nosotros, y que dispuso su vida a interpretarla, sencillamente, acorde al sentido de la transmisión de la fe cristiana. Nos referimos al fraile y santo, Juan Macias.
El mérito de su vida fue servir a los pobres. El acierto a su impulso misionero es que hizo suyas las palabras dichas por María al Ángel: “Hágase en mí según tu palabra”. San Juan Macias, como cualquiera de nosotros, conoció las penas y alegrías de su tiempo; a primera vista, dicen sus biógrafos que no fue una persona excepcional, como muchas veces se piensa de los Santos. Se encariñó y amó servir con humildad y simpatía a los pobres, quizá por eso la Iglesia lo ha elevado a los altares como uno más de entre los que han seguido a Jesucristo, desde el servicio y la transmisión de la palabra partiendo del testimonio de su propia vida.
Fue hijo de padres labradores. Allá en 1.613 por varias circunstancias circunscritas a su época, supo tomar la iniciativa de despedirse de sus amigos y familiares con el firme propósito de marcharse a Sevilla, Jerez de la frontera, rumbo a América. Embarcaría años después en 1.619 con destino a Cartagena de Indias. Lo suyo no era la vida religiosa, más bien, trabajar al servicio de algún poderoso colono compatriota español. Lo suyo era ahorrar y después planificar su vida.
Dios sabe trastocar los planes humanos. Hizo de Juan Macias y su labor servicial, un prodigio para los más pobres; de esa forma se orientó, Juan Macias, a servir ya no a los poderosos como pretendía, sino a los más humildes, pobres y necesitados. Pasó de su condición de pertenecer al grupo de quienes eran los civilizadores a formar parte de los hambrientos y moribundos. Lo que no se esperaba ni se soñaba se hizo realidad a los ojos de sus contemporáneos. Definitivamente fue fraile, lego dominico, y en la vida religiosa tuvo como compañero a Fray Martín de Porres, el famoso fray escoba, uno de los Santos más populares de toda América.
Fue Gregorio XVI quien lo beatificó en 1.837 y Pablo VI el que lo canonizó en 1.975. Otro de los rasgos de santidad que caracterizaron a Fray Juan Macias fue que gracias a él muchos de los ricos lograron acercarse, en su época, a los pobres; y viceversa, los pobres también pudieron comportarse frente a los ricos tomando conciencia que se podía comprender, o por lo menos intentar compartir de algún modo el sentido común de la vida de los ricos. Supo apalear y acercar la vida de los pobres al corazón de los ricos pudiendo así facilitar la acogida calurosa y mutua entre pobres y ricos; ello dio acceso a la aceptación y acogida de los pobres entre pobres conscientes de la condición de que cada pobre tomó conciencia que cada pobre formaba parte del “corazón de los más necesitados”.