El desafío de ser frailes predicadores
Casa de Santa Rosa de Lima, Santiago de los Caballeros, República Dominicana
Uno de los aspectos que nos llama la atención de santo Domingo fue su humanidad y vida evangélica: estas dos características fueron importantes, a nuestro modo de ver, para su proyecto apostólico, que de alguna manera dio origen a la Orden de Predicadores.
Santo Domingo fue un visionario, que supo adaptarse a su tiempo: su nueva manera de llevar el Evangelio y dar a conocer el Reino de Dios lo convierten en un gran innovador. Su mejor escuela fue la vida cotidiana, el día a día con las personas: Nuestro Padre Domingo nunca se alejó del pueblo, ni mucho menos de los que sufrían. Ese contacto con la gente le hizo descubrir que faltaba más compromiso por parte de la Iglesia, y de ese modo también descubrió el rostro de Dios en cada uno de ellos, muchos de los cuales estaban olvidados por la sociedad. Supo combinar el contacto con las personas y un gran diálogo con Dios.
Tenemos grandes desafíos como frailes.
Hoy en día a veces se habla más y otras menos de Santo Domingo, ¿pero qué podemos sacar de la vida de este gran siervo de Cristo?
Nuestra sociedad pasa por momentos de dificultades. Tampoco en la vida religiosa estamos exentos de problemas: la falta de fe de una sociedad que en ocasiones va a la ligera, llamada por algunos «sociedad líquida», nos Iglesia. Tenemos grandes desafíos como frailes. Muchas veces queremos resolver los problemas de fuera, pero nuestras propias comunidades están lastimadas; es más fácil poner la vista en el exterior que enfrentar nuestras propias dificultades.
Nuestras primeras comunidades de frailes también tuvieron sus problemas. El mismo santo Domingo los tuvo, pero hay un elemento que, aunque fue enseñado por Nuestro Padre, muchas veces nos ha faltado, tanto en vistas al perdón como el mutuo entendimiento. Me refiero al diálogo: diálogo con Dios y diálogo con los hermanos. Este es uno de los elementos fundamentales, si queremos construir una vida en comunidad. No es que no vayamos a tener diferencias o problemas, pero si somos más dialogantes, podremos perdonarnos y hasta reírnos de aquellas cosas que nos hicieron llorar o enojar.
El ideal de santo Domingo, como todos sabemos, fue la evangelización. Nosotros tenemos esa gran misión, y por tal motivo debemos prepararnos, porque uno no pude dar lo que no tiene. Somos predicadores de la gracia al estilo de Santo Domingo.
Me gustaría terminar este artículo trayendo a colación unas palabras de fray Felicísimo Martínez, sacadas de su libro Domingo de Guzmán Evangelio viviente. «Quienes deseen ser fieles al carisma fundacional de Domingo deben escuchar esta voz de alerta sobre la fidelidad a los orígenes y fidelidad a la cambiante historia humana, hoy más cambiante que nunca».