"La castidad, un amor purificado"

"La castidad, un amor purificado"

Cuando hablamos de castidad, es muy probable que nos encontremos con muchos malentendidos. Mucha gente cree que la castidad es lo mismo que 'no tener sexo nunca' y que 'eso es solo para sacerdotes, religiosos y religiosas'. Poca gente entiende su verdadero significado y eso hace que no pocos reaccionen negativamente y se burlen con tan solo oír la palabra.


   Quizá nosotros mismos, en medio de tanta confusión, no terminamos de entender bien qué es la castidad. Por eso, es importante aclarar su significado y sus implicaciones, para tener las cosas claras y poder dar razón a otros de su significado e importancia para todos. Para entender bien la castidad, lo primero es referirnos a la etimología de la palabra. Castidad viene del latín castus, que se traduce al español por puro. Por tanto, castidad y pureza son sinónimos, significan lo mismo. Sobre la pureza podemos decir que la buscamos y la preferimos en todo. Preferimos lo que es puro y limpio y no lo contrario. Esto afecta a toda persona y no solo a la castidad de los “consagrados”.


  De todas las maneras, en este comentario hablaremos más de la castidad de los religiosos. Una realidad que se entiende cada vez más menos y que muchos ridiculizan. De hecho, cuando una persona se plantea ser religioso/a o sacerdote, algunas preguntas que le hacen son: ¿no te gusta la mujer?, ¿no quieres tener hijos? Y con ironía le dicen: “no sabes lo que pierdes”. En mi cultura 'Bantu' se entiende poco. Es difícil explicar a los bantu que, para dedicarse a Dios hace falta renunciar a tener esposa e hijos. No acaban de asimilar del todo que una persona sea casta de esta manera, ya que por razones culturales se exalta la fecundidad biológica. Pero sí reconocen que la castidad de los consagrados, por motivos religiosos, pueden expresar una fecundidad de otro género, y más universal al dedicar su entrega a todos los hombres. 


Los consagrados, haciendo profesión de castidad ofrecen el testimonio de un amor que no excluye a nadie, capaz de engendrar una actitud que lucha contra toda tentación tribal y discriminatoria. Por aquí va mi vocación y, por eso, ser un hombre casto no fue ningún temor cuando planteé seguir a Cristo en la vida religiosa dominicana, sino más bien, una motivación y una posibilidad para llegar y llevar a todos la 'Buena Nueva' libremente.  

La castidad en sentido religioso es un consejo evangélico, un voto religioso, una determinada manera de servir a Dios y también forma parte de la vocación sacerdotal. Se trata de renunciar a formar una familia exclusiva y concreta, para estar siempre dispuesto y disponible a llevar la misión evangelizadora a todas las familias donde seas llamado. La castidad es uno de los votos que profesan los religiosos y consagrados dentro de la Iglesia, además de los votos de pobreza y obediencia. Con estos votos, los religiosos/as, los consagrados/as, los sacerdotes, las monjas, expresan públicamente que quieren ser totalmente de Dios y que están dispuestos por el Reino de los Cielos a renunciar a las tres dimensiones fundamentales de la existencia humana, como son el deseo de perpetuarse en una familia, actuar autónoma e independientemente, y poseer bienes propios. Sin embargo, estos votos sólo se entienden a la luz de Cristo y de la novedad de vida que Cristo nos vino a traer. Jesucristo es el religioso, el sacerdote por excelencia. Él está totalmente dedicado, consagrado a las cosas del Padre y su único deseo es que Dios sea conocido, amado y alabado por los hombres, sin otra posesión, sin otro deseo que no sea el Reino de Dios.

La castidad expresa una fecundidad


   La castidad no es sólo un voto, es decir, una promesa solemne o perpetua. La castidad es una realidad que atañe a todos los hombres y mujeres, porque es la virtud que regula el uso adecuado y responsable de la sexualidad y de la afectividad. Y esto nos toca a todos. Cada uno, el religioso, el soltero, el casado, la vivirá según su condición. Todos estamos llamados a vivir la virtud de la castidad. Existe una castidad del religioso, una castidad del soltero y una castidad del casado.  La castidad es una virtud que exige renuncia y, en cuanto tal, es difícil de practicar. A muchos les parece imposible de vivir y les parece incluso nociva. Pero debemos fijarnos en la dimensión positiva de la castidad. Es decir, en la entrega del corazón a Jesucristo. En cuanto cristiano soltero, casado, religioso/a o sacerdote mi corazón pertenece a Cristo. En cuanto persona madura, debo someter mi pasión sexual al imperio de la razón.


   “Ejercitando la castidad, conseguiremos gradualmente y con mayor eficacia la purificación del corazón, la libertad del espíritu y el fervor de la caridad. Por eso mismo alcanzamos un mayor dominio del alma y del cuerpo, y un mayor desarrollo de toda nuestra personalidad, que nos capacita para practicar un trato sereno y saludable para todas las personas” (Libro de las Constituciones 26 s II).