La Cuaresma: camino hacia la felicidad
El tiempo litúrgico de Cuaresma que hemos comenzado el Miércoles de Ceniza, y que abarcará hasta el Jueves Santo a mediodía, es un tiempo que la Iglesia nos propone cada año para prepararnos adecuadamente para la Pascua. Es un camino espiritual hacia la Pascua. Durante este tiempo, la Iglesia nos invita a todos los cristianos a prepararnos interiormente para conmemorar el acontecimiento más importante de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es un camino que recorremos con alegría junto a Jesús, celebrando y viviendo su presencia entre nosotros.
Todos necesitamos de alguna manera volver a Dios. Nadie es tan perfecto que no tenga que convertirse más y mejor.
En ese camino de Cuaresma resuena fuertemente la palabra conversión. A ello nos llama el Señor: a convertirnos a la alegría pascual. Es un tiempo privilegiado para hacer silencio en nuestro interior, para detenernos en el camino, para desconectarnos de nuestras rutinas, para encontrarnos con nosotros mismos y revisar nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios. Es un tiempo especial para identificar aquellas cosas que hay en nosotros que no nos dejan crecer, avanzar, que nos pesan y nos impiden ser nosotros mismos. Aquellas cosas que nos apartan de Dios. Por eso la Cuaresma tiene también un marcado carácter penitencial. Es un tiempo privilegiado para la reconciliación con Dios y con los hermanos. Es el tiempo de cambiar, de romper nuestras perezas, de salir de nosotros mismos, de renovarnos, de volver a lo que nos hace realmente felices, en definitiva, de ponernos en sintonía con la vida íntima de Dios.
Los cristianos que creemos cumplir con lo que la Iglesia nos «manda» y tener una práctica de vida cristiana aceptable podemos caer en la tentación de pensar que esto de la conversión no es asunto nuestro, sino algo que atañe a los que están alejados de Dios y de la Iglesia. Si pensamos así, estamos equivocados. Todos necesitamos de alguna manera volver a Dios. Nadie es tan perfecto en su relación con Dios que no tenga que convertirse más y mejor. La conversión es un camino de toda la vida porque todos tenemos la inclinación a no ser totalmente fieles a Dios.
Para vivir este tiempo con intensidad y seriedad la Iglesia nos propone algunas obras que nos ayudarán en este camino de conversión hacia la Pascua: la oración, el ayuno y la limosna. Dedicar un rato diario a la lectura de la Palabra de Dios, reservar un espacio diario a la oración personal, asistir a la Eucaristía, ayudar a algún necesitado, hacerle un favor a alguien, reconciliarte con Dios, pedir perdón a alguien, etc. En definitiva, son obras sugeridas por Jesús y que nos ayudarán en nuestro camino de conversión a Dios.
La Cuaresma es un camino alegre hacia la Pascua. No nos podemos quedar quietos mirando al cielo, sino que tenemos que ponernos en camino. Os invito a escuchar la canción de Álvaro Fraile, que encontraréis a continuación.
¡Ánimo! ¡Feliz cuaresma!