Si Santo Domingo viviera en nuestro tiempo...
Domingo de Guzmán junto a Francisco de Asís, fue pionero de la vida consagrada mendicante. Un innovador, que hace 800 años, con una apertura especial a la acción del Espíritu, interpretó los signos de su tiempo y vio la necesidad de formar comunidades de personas comprometidas (hombres y mujeres) a Dios y a los seres humanos. Intuyó que debían establecerse cerca, o en los crecientes centros urbanos para responder con eficacia a los desafíos de su época. Para él, los consagrados debían tener coherencia de vida evangélica y estar bien formados intelectualmente. Es así como funda la Orden de Predicadores en su rama femenina contemplativa y su rama masculina.
Domingo acoge de Dios un carisma específico de fundador. En 1234 fue reconocido (canonizado) como santo de la Iglesia poco tiempo después de su muerte. A pesar de ello, la devoción a Santo Domingo no es tan popular. No encabeza el top ten de la lista de popularidad de santos de la Orden y menos de la Iglesia. Con frecuencia, los dominicos hacemos mea culpa por fallar en el marketing de nuestro Padre Fundador, pero tal vez, una mirada más detenida sobre la persona de Domingo nos descubra, que quizás esa discreción fue deseada por él mismo. Entre sus virtudes está la modestia y el poco afán de fama.
El santo que «sólo hablaba con Dios o de Dios» poco habló de sí mismo y por ello, poco se sabe de él de primera mano. De hecho, fue la eficiente labor de relacione públicas de Jordán de Sajonia, uno de sus seguidores en vida, quien en los inicios dio a conocer la figura de Domingo y el carisma de la Orden. Si Domingo viviera en estos tiempos donde es común tener un perfil de Facebook o Instagram, los tendría privados y poco postearía. No se obsesionaría por los muchos likes y followers. El contacto cercano y sincero sería su prioridad. Es probable, que sí que apostaría por tener un blog para propiciar el diálogo y el debate con respeto y caridad. Obvio, tendría un buen teléfono móvil y ordenador, herramientas indispensables para estudiar y estar al día del acontecer mundial; y que, de seguro, en su momento, habría vendido para con ese dinero asistir a los necesitados.
También, en su deseo de conocer y aprender de otros y de sí mismo, desde una dimensión espiritual, pero con los pies en la tierra, de seguro se habría topado con el Eneagrama. Así, habría descubierto, que con esa herramienta de autoconocimiento, la cualidad de observar, escuchar, analizar y dialogar priorizando la seducción de un buen argumento a la manipulación o la imposición violenta, es propia del eneatipo 5. Como también lo es el gusto por viajar y entrar en contacto con otras culturas y saberes. Esto le posibilitó el diálogo con el hospedero hereje en el Languedoc. Del 5 también es el valor por libertad, la independencia y el respeto a la individualidad, característica que imprimió en su Orden, junto con el amor al estudio, la sistematicidad y metodicidad, priorizando la razón sobre la pasión exacerbada.
Si Domingo viviese en nuestro tiempo, haría lo mismo que hizo en el suyo, pero con las herramientas y situaciones de hoy, su apertura a la gracia sería la misma. La crisis mundial y eclesial de hoy, no es muy diferente a las de su época. Desde la discreción estaría dando respuesta efectiva por la inspiración del Espíritu a los signos de los tiempos. El no ser un influecer, no le hubiese impedido dejar su impronta en la Iglesia y en la Historia.