También tú puedes ser modelo para otros jóvenes
Como cristiano, tienes el deber de dar a conocer a Jesucristo a través de tu vida.
Una de las preguntas que tengo pendiente de responder a mis familiares y amigos es sobre mi vocación religiosa: ¿Cómo me llegó la llamada, dónde se manifestó mi vocación a la vida religiosa? Espero poder contestar esta pregunta algún día.
La historia de mi vocación es muy sencilla, como apretar un interruptor para encender una luz; no hay grandes detalles ni misterio. Hago mías las palabras del profeta Jeremías: «Me has seducido, Yahvé, y me deje seducir» (Jer 20,7).
De pequeño, tenía grandes aspiraciones: quería ser policía, presidente, piloto, futbolista, (una de mis mejores aficiones), incluso bombero. Aspiraba a ser una persona de buenos valores y principios: a ser admirado socialmente. Con el tiempo, fui discerniendo y decidí entregar mi vida al Señor siguiendo los pasos de nuestro Padre santo Domingo de Guzmán. Conocí a los dominicos a través de fray Roberto Okón Pocó, que fue mi profesor de filosofía en el Colegio Claret de Malabo. Fray Roberto no solo me habló de santo Domingo y su Orden, sino que también me enseñó los senderos de la vida a través de su simplicidad, humildad y pasión por el carisma dominicano.
Querido lector, la vocación es una respuesta personal a la llamada de Dios desde la fe, y a la misión a la que Dios invita a cada uno de nosotros.
Mi adaptación a la comunidad de los frailes no ha sido fácil. Pero, acogiendo los consejos de los frailes con humildad, he ido acrecentando mi vocación. A partir de entonces, he descubierto lo afortunado que es ser fraile dominico. En la Orden se dice que no hay dos dominicos iguales. Esa diversidad de personalidades es lo que enriquece uno de los grandes pilares que sostienen la Orden: la comunidad. Esta se construye sobre la unidad, las diferencias solidarias, el amor, y la corrección fraterna, que es un signo de amor al hermano y a la comunidad.
Una de las cosas que más me atrae de la Orden es la predicación, porque se hace desde la experiencia de fe en Jesucristo. Esta experiencia de fe, a partir de la cual el predicador se construye a sí mismo y a los demás mediante su palabra y su vida, se forja a través del estudio y la contemplación de la Palabra.
comprendí que ése era mi verdadero lugar, que ésa era mi casa.
Fui miembro de la Cofradía de Adoración Eucarística Nocturna de Santa Catalina Siena en nuestra parroquia de Santa Maravillas de Jesús, en el barrio Pérez de Malabo, Guinea Ecuatorial. (Guardo un grato recuerdo de todos los miembros de este grupo, ya que han formado y seguirán formando parte de mi vocación religiosa). Los momentos en los que permanecía ante en Santísimo Sacramento expuesto en el altar durante las vigilias nocturnas de adoración eran instantes únicos en los que sentía la mayor intimidad con Jesucristo. Mi corazón rebosaba de felicidad, de gratitud... en esos momentos comprendí que ése era mi verdadero lugar, que ésa era mi casa.
Seguir a Cristo en la vida religiosa no significa ser antisocial, renunciar a tus aficiones, amigos, familia, etc. No significa que no puedas disfrutar de tu juventud - ¡claro que sí se puede! Pero siendo consciente de que, al igual que tienes a Jesucristo y a santo Domingo como modelos para tu vida, también tú puedes ser modelo para otros jóvenes; es decir, como cristiano tienes el deber de dar a conocer a Jesucristo a través de tu vida.