Testimonio vocacional de Fr. Bernardo Sastre, OP.

Testimonio vocacional de Fr. Bernardo Sastre, OP.

Fr. Bernardo Sastre Zamora
Fr. Bernardo Sastre Zamora
Convento de santa María Sopra Minerva, Roma

Me llamo Bernardo Sastre Zamora, soy de Valladolid y tengo 24 años. Me encanta la ciencia; también la música. Mis otras aficiones pueden ser similares a las de cualquier otro joven de mi edad… solo que, además, soy fraile novicio dominico: ¡intentemos explicar esto un poco! Mi familia y yo hemos tenido desde siempre relación con los dominicos del convento de San Pablo y San Gregorio en Valladolid, pero hasta hace poco la Iglesia había formado parte de mi vida como otro compartimento más, y no como la estantería central… Cierto es que no renegaba de ella, pero tampoco me implicaba demasiado en su vida y misión. Sin embargo, todo esto cambió hace relativamente poco tiempo gracias a una serie de circunstancias:

1) La curiosidad intelectual: A medida que me iba formando en temas relacionados con el cristianismo, la historia de la Iglesia y similares, me iba dando cuenta de que estas cuestiones iban resolviendo muchas de las intrigas que me inquietaban e incluso afectaban, sobre todo las relacionadas con la existencia del mundo, la naturaleza del ser humano o la divinidad.
2) El misterio de la música: Empecé a tocar el violín de pequeño y en mi entorno la música siempre ha estado presente. El momento culminante fue la oportunidad de tocar El Mesías, de Händel, con la orquesta de mi universidad (al final de mi carrera de Física): esta obra hizo que el Mesías fuera entrando poco a poco en mi vida…
3) El sentido de la vida: En las vivencias que tenía hasta el momento, había elementos que no terminaba de encajar del todo, como el problema de la existencia del mal. Además, notaba que, en caso de dedicarme exclusivamente a la física, me iba a faltar algo importante…

A raíz de este conjunto de sucesos personales, descubrí la acción de Dios en mi vida (hasta entonces creía en él, pero no lo había experimentado de manera tan clara y cercana como hasta ese momento). En definitiva, me encontré con el Señor: el Dios hecho hombre entró en mi historia como una persona más. Como describió de forma tan precisa y preciosa el célebre filósofo Manuel García Morente, este encuentro con Jesucristo «se caracteriza por la total ausencia de sensaciones. Dijérase una percepción por el alma sola […]; es una intuición de presencia, desprovista de toda condicionalidad corpórea (sensación)» (Relato de la conversión).

Asimismo, para mí fue una experiencia fundante, un llamamiento vocacional que terminaría por traducirse en un nuevo enfoque vital: ser fraile dominico. Poco a poco, pues, me fui acercando a la Orden de Predicadores a través del contacto directo con diversas personas (con las que terminé participando en varias experiencias vocacionales, pascuas juveniles…). El curso pasado realicé el prenoviciado en el convento del Olivar (Madrid), del que guardo un grato recuerdo, ya que me sirvió para continuar concretando y afianzando mi elección. Actualmente estoy en el noviciado, en el convento de Santo Tomás de Sevilla; sigo discerniendo esta vocación mientras crezco en la comunidad de hermanos, acompañado por los formadores, a la vez que realizo también algunas actividades pastorales.

Respecto a las motivaciones concretas de vivir el Evangelio como fraile en la Orden de Predicadores, he de decir que me atrae mucho el estudio, que forma parte esencial de nuestra vida porque Nuestro Padre santo Domingo siempre quiso que sus frailes tuvieran una buena formación, para poder cumplir su misión de la manera más preparada posible. Esta fascinación por la búsqueda de la verdad de las cosas nos permite profundizar en el conocimiento del mundo, del hombre y de Dios (creación, criaturas y Creador), y podernos identificar más personalmente con todos ellos.

Otra razón fundamental es apostar por el apostolado, por la predicación, llevada a cabo de manera diversa (la palabra en discursos o diálogos, pero también mediante el arte, la vida comunitaria, la enseñanza, la ayuda humanitaria…). Y todo esto estando inmersos en un mundo que, sea o no consciente, tiene sed de Dios, «como tierra reseca, agostada, sin agua» (Sal 62,2). Ahora, comenzando los estudios de Teología, veo que puedo darle un sentido a mi formación anterior y ponerla al servicio de la predicación dominicana. En concreto, veo muy interesante el tema de la relación entre la razón y la fe, que se necesitan mutuamente; en caso contrario, cabe el riesgo de irnos a los extremos, como la «soberbia científica» (racionalismo) o el fanatismo religioso (fideísmo), tendencias deshumanizadoras que, lamentablemente, están a la orden del día…

Quiero terminar dando las gracias a Dios por la vocación y a todas las personas que me han ido acompañando hasta el momento: familiares, amigos, dominicos (frailes, monjas, laicos, jóvenes y otros miembros de la Familia Dominicana), hermanos en Cristo de diversos lugares de la Iglesia, así como profesores y compañeros de distintos ámbitos. En cuanto a ti, lector, quizá tú también, como yo, has tenido alguna experiencia parecida, o has sentido inquietudes vocacionales similares: piénsatelo… ¡merece la pena!