El Compromiso por la Justicia y la Paz

Fr. Jose Antonio Lobo
Fr. Jose Antonio Lobo
Casa de San Alberto Magno, Vallecas, Madrid

A partir del Capítulo General de Quezon City (1977), Filipinas, el compromiso por la Justicia y la Paz figura como una de las prioridades de la Orden. Con esto los Capítulos buscan, a mi juicio, dos cosas:

  1. Una, colocarse en la línea abierta por el Concilio Vaticano II y claramente trazada por el Sínodo de los Obispos de 1971, que afirmó lo siguiente: “La acción por la justicia y la participación en la transformación del mundo, se presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva”
  2. Y otra, volver a los orígenes de la Orden y llevar a la práctica el talante compasivo de Santo Domingo de Guzmán. Siendo estudiante en Palencia, el año 1191, en un período en que una hambruna asolaba la zona, él vendió sus libros (pergaminos), pues no soportaba estudiar en pieles muertas mientras personas vivas morían de hambre. El Capítulo de Ávila (1986) recordaba cómo la compasión había sido un característica de la tradición de la Orden y seguía siendo una urgencia hoy: “La compasión de Domingo ante las necesidades de los hombres (pobres, pecadores, descarriados, dolientes…) urge hoy la presencia activa de la comunidad dominicana entre los hombres que se debaten entre las fronteras de la muerte. El ejemplo de Bartolomé de las Casas, Montesinos, Pedro de Córdoba en Sudamérica, así como el ejemplo de Domingo de Salazar en Oriente y la obra de Lebret en nuestro tiempo, es iluminador de nuestra misión” (nº 202).

Entendida de esta manera la misión de la Orden no sorprenden las invitaciones que van haciendo los Capítulos Generales de estos últimos treinta años. Recordamos algunas:

  • La que lanzaba el Capítulo de Roma (1983), invitando a la triple opción: “opción por los pobres, opción por la justicia y opción por la paz” (nº 234).
  • El Capítulo de Ávila entendía la misión de la Orden como una llamada a “vivir en las fronteras”, es decir, en aquellos lugares donde los problemas son más acuciantes e implicados en aquellas situaciones donde se ve comprometida la vida y la dignidad de los seres humanos. A esto ser refería, creo yo, el dominico holandés Edward Schillebeeckx cuando decía: “Un dominico hace aquello que los demás no hacen”. 

Siendo clara la importancia que en la Orden se da a la prioridad del compromiso por la Justicia y la Paz, es obligado hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo está respondiendo la Orden a esta invitación? Se la hacía Damián Byrne en el Capítulo General de Oakland (1990). Y esta era su respuesta. 

  • Hay un buen número de hermanos que se la toman en serio.
  • Pero existe también un no menor número de comunidades y hermanos que se resisten a la invitación.

Y son interesantes las razones que el entonces Maestro General señalaba para explicar tal resistencia:

  • Los prejuicios, los miedos y la oposición al cambio.
  • La excusa de querer convertir estos problemas relacionados con las justicia y la paz en problemas técnicos, reservados a algunos hermanos más implicados en la acción social y política, y no en problemas humanos, que han de urgir por igual a todos los hermanos.
  • El no haber llegado a descubrir la inseparable vinculación que existe entre este compromiso y las verdades bíblicas y teológicas que manifiestan cómo la opción por los pobres es condición necesaria para la instauración del Reino de Dios.

Siendo todas razones que se detectan aquí y allá, quizás la más importante sea la última, aunque no debiera darse en una Orden entre cuyos elementos constitutivos figura el estudio, para el mejor conocimiento del Dios que predicamos y del mundo al que predicamos.

Conclusiones que derivan de todo lo expuesto:

  1. “No es posible, como recordaba D. Byrne, concebir el Reino de Dios sin la justicia y la paz. Tampoco es posible establecer este Reino sin un compromiso por la justicia”.
  2. No se trata de eslogan, sino de algo válido para todos los miembros de la Orden, personas y comunidades (Roma, nº. 234), pues en un mundo donde la pobreza no cesa de crecer, si damos la impresión de estar más comprometidos con los ricos que con los pobres, nuestra predicación no es digna de fe” (Walberberg, n. 17) y porque en la práctica quien no opta por los pobre opta por los ricos” (Roma, nº. 234).
  3. Esta opción requiere por parte de los dominicos el estudio, que supone análisis crítico de la injusticia estructural y oferta de propuestas viables para el cambio estructural y personal, pero también implicarse en la acción y unirse a todos aquellos, personas o movimientos, que caminen en la misma dirección.
  4. Esta prioridad debiera tenerse muy en cuenta a la hora de descubrir qué tipo de presencias pueden ser significativas para nuestro mundo y, en consecuencia, cuales se debieran priorizar.
  5. A la hora de hacer el discernimiento vocacional se debería tener en cuenta lo que el Capítulo de Roma señalaba como imprescindible: “la disposición para el trabajo apostólico y la sensibilidad para el compromiso por la justicia y la paz” (nº. 245).