Revivir una historia en Domingo de Guzmán
Hablar sobre la Orden de Predicadores, es hablar de una experiencia de Dios en la persona de Santo Domingo de Guzmán. Estamos hablando de una historia de casi 800 años. Tiempo este de entrega total a los demás como consecuencia de la llamada emitida por Jesucristo a seguirle radicalmente. La respuesta a su llamada ha supuesto para los dominicos optar por el estilo de vida de Santo Domingo y su modo de vivir y entender el Evangelio.
Cuando hacemos una parada para mirar o ver la historia de una nuestra Orden, nos damos cuenta que toda ella ha sido y es (la historia se escribe desde cada uno de nuestros presentes) un compendio de amor hacia Jesús de Nazaret. Un amor que ha hecho que hombres y mujeres hayan descubierto que la realización personal y la felicidad derivan de nuestra correcta respuesta a la invitación de Jesús a construir su reino, que pasa porque abandonemos al hombre viejo para convertirnos en hombres nuevos. Sin este cambio sería imposible llevar a cabo la misión de instaurar en el mundo la verdad y la novedad del Evangelio que es Jesús.
La historia de nuestra Orden es fruto de un proyecto de vida, no sólo de Santo Domingo de Guzmán, sino, además, de tantos y tantos hermanos y hermanas que han dado su vida por la Predicación y la salvación de las almas. Un proyecto de vida vertebrado por la vida común al estilo de los Apóstoles, la oración personal y coral, la eucarística, el estudio, la contemplación, la identificación con la vida de Cristo a través de la vivencia de los consejos evangélicos, la observancia de la vida regular y la predicación. Sin estos elementos difícilmente podemos hablar de vida dominicana autentica y profunda. Una vida cuyo centro y justificación es Cristo Viviente y Resucitado.
Los elementos indicados, que configuran la vida de un dominico, nos ayudan a ver la historia de nuestra familia con más objetividad y verdad. Nos orientan para ver cuáles fueron nuestros momentos fuertes de una auténtica vida dominicana y también los momentos de debilidad. Mirar lo acontecido para renovar el espíritu y los ideales de la Orden, la vocación que marca sus avatares. Mirar hacia tras sin detenerse en la mirada para proyectarnos en el presente hacia el futuro. Desde del hoy otear lo que fue para nuevamente encarnar los valores del evangelio hechos encarnaduras en Santo Domingo, como fundador de los Predicadores, y en todos aquellos y aquellas que durante siglos le han seguido y adquirido su estilo de vida y de ser. Aún hoy se produce la admirable actualidad de un hombre del siglo XIII y su modo de vida: Santo Domingo de Guzmán.
Puesta nuestra atención en la historia vemos cómo la Orden fue dando, y da, respuesta a las necesidades del hombre, del mundo y de la Iglesia. La historia nos muestra, precisamente, que los dominicos y dominicas son hombres y mujeres encarnadas en la realidad que le circunda; realidad que le interpela y le hace salir de sí para afrontar los retos que le plantea. Esto explica, o da razón de ser, por ejemplo, a la inquietud de la Orden por la verdad, el saber, etc. El requerimiento, por parte de la Iglesia, a la Orden, para participar en los Concilios es exponente de la buena formación intelectual de sus miembros. La participación como profesores y profesoras en universidades y centros de prestigios han avalado y respaldan esa necesidad de hacer razonable el dato de la fe, haciendo dialogar la misma fe con la ciencia. Y esto ha sido una de las constantes o “líneas rojas” que descubrimos en la trayectoria vital de todos los hermanos y hermanas que nos han precedido.
Otras de las formas dominicanas y de predicación es vivir la santidad. ¿Cuántos hermanos han vivido con intensidad la vida evangélica y dominica? La historia de nuestro mundo ha sido testigo de estos hermanos que vivieron intensamente la predicación. Los que marcharon a tierras lejanas para anunciar al Cristo Resucitado y dieron su vida, por no ser comprendidos por las culturas dónde se encontraban en esos momentos. O incluso expulsados, de algunos lugares, por aquellos que vieron cómo sus modos de vida no les interesaban o las veían como una amenaza para sus intereses. Santos y santas ha habido muchos en la Orden, los cuales han significado y significan la realidad de una auténtica vida orientada desde y para el Evangelio.
Ha habido a lo largo de la historia de nuestra Orden, momentos felices y momentos difíciles, pero siempre el Espíritu ha hecho surgir hermanos y hermanas que han sido valientes creyendo la verdad del Evangelio transparentada en el rostro amable de Santo Domingo de Guzmán y su peculiar estilo de vida.
Miremos la historia con ojos nuevos para renovar nuestro espíritu y nuestras ilusiones. Aún es veraz y posible el secreto que Jesús reveló a Santo Domingo en su corazón y entendimiento, pues seguro que lo considero su amigo y no simplemente un siervo, de que tenemos un Dios que es Padre y todo Amor y que es la fuerza de su amor la única capaz de dar razón de nuestra vida y de la vida de todos los hombres y mujeres. “El reino de Dios está en medio de vosotros” es esta sencilla verdad evangélica es la que cautivó a Santo Domingo y a todos los que nos alineamos tras él para seguir a Jesús de Nazaret.