Amar a los enemigos - VII DOMINGO DEL T.O.

Fr. Dailos José Melo González
Fr. Dailos José Melo González
Real Convento de Ntra. Sra. de Candelaria, Tenerife
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El evangelio de este VII domingo del tiempo ordinario nos invita a reflexionar sobre el amor a los enemigos: «A los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian».

Esta actitud ante la que nos encontramos debe ser una de las disposiciones principales de nuestro actuar como cristianos. Pero hemos de reconocer que en la sociedad en la que vivimos, en la que los valores religiosos son cada vez menos evidentes, esto puede verse como una locura, ya que lo normal parece que es devolver el mal, vengarse o rechazar a los que nos hieren o consideramos enemigos.

La importancia de vivir desde esta actitud revolucionaria que Jesús nos pide a todos los cristianos reside en la realidad más sublime que tenemos los seres humanos: el amor. Más concretamente, en el amor de Dios para con nosotros, que nos hace amarnos los unos a los otros. Porque Dios nos ama infinitamente, y ama a todos los hombres y mujeres por igual, nosotros, como miembros de su cuerpo, la Iglesia, debemos amar tanto a amigos como a enemigos. Porque Dios nos amó primero como somos, recibimos de él la fuerza para amar a los demás.

Jesús quiere que seamos felices. Él sabe muy bien que amar nos hace más humanos, nos libera y nos hace sentirnos felices. No se trata solo de sentimientos, sino también de acciones. El odio, la venganza y el rechazo son incompatibles con la felicidad: nos vuelven inhumanos y van en contra de la paz. Por eso Jesús nos pide que busquemos el bien de los demás, siendo este nuestro criterio principal, incluso para con aquellas personas que nos hacen daño, no nos caen bien o nos hacen la vida imposible.

Nuestro ejemplo en el amor a los enemigos es el mismo Jesús, que en su agonía perdonó a sus verdugos. El amor que Jesús enseñó y practicó es el amor más auténtico y verdadero. Él es el testimonio más elocuente que tenemos los cristianos, y de él recibimos las fuerzas para el cumplimiento de esta difícil tarea.


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BIENAVENTURANZAS DEL PERDÓN:

«Felices quienes cierran todas las heridas sufridas.
Felices quienes, después de haber saboreado la dulzura del perdón,
gozan felices con el abrazo del reencuentro.
Felices quienes perdonan setenta millones de veces siete
y no se arrepienten nunca de haberlo hecho.
Felices quienes han descubierto en el tesoro del perdón
las semillas de un mundo nuevo.
Felices quienes saben que no son incompatibles la proclamación
de la verdad y la justicia con la compasión y el perdón.
Felices quienes intentan incluir, rehabilitar, no acallar nada, olvidar, perdonar,
en definitiva, como la única forma de reconciliación y
verdadera convivencia fraterna»

(Miguel Ángel Mesa).