Ese crío clandestino

Fr. Juan Antonio Tudela Bort
Fr. Juan Antonio Tudela Bort
Real Convento de Predicadores, Valencia
A la escucha no hay comentarios

No escribo hoy de teología. Me disculpo. Me viene al pecho un niño. Un niño secreto. ¿Quién será? ¿Por qué llora? Su mirada, su mirada, ojos abiertos, acuosos, no da tregua ni a su madre. ¡Ay, niño!, ¿qué te arrastrará la vida?

No escribo hoy de consumismo. Espero que no hayas caído en la trampa. Al menos, eso sí, nos envuelve el tono cálido de la ternura. Al fin, todos somos sentimentales y entre empalago y artificio, nos sentimos bien. Son varios los colores de la Navidad. ¿Con cuál nos quedamos? ¿Cuál te agrada? ¿Te gusta la ternura? ¿Quieres el color de la ternura? Bien está. Vamos a ser tiernos. Pero lo vamos a ser hasta el extremo.

¿Qué me dice ese niño secreto? Nació casi de cualquier manera. Dicen que los ángeles y algunos pastores le adoraban. Él ni se enteraba. Le arropaba su madre, protegido en un rincón.

¿Supo de su exilio prematuro? ¿A qué sabe la tierra extranjera? ¿Cuántos críos, cuántos, aquí, tan cerca, se tragan el sabor ácido de esta tierra tan inhóspita a veces?

Niño clandestino. Inerme. Manitas al aire. Sonríe a tu madre, agarra su pecho, acurrúcate, que ella te aprieta y te guarda.

¿Qué será de ti? ¿Cuántos gramos de dicha traerán los días? Qué poco sabes. Cuánto tendrás que aprender y vivir. Hoy, sólo sientes el cobijo de tu madre.

Así son los niños del mundo. Así, su destino. ¿Quién podrá cambiarlo?

Ese niño escondido… ¡Ojalá pudiera librarte de esta! No puedo. Y dudo, dudo mucho, que arriesgara mi vida por librar la tuya. Así soy.

Más tarde, le conocemos con estatura de hombre. Palabra poderosa. Energía de vida. ¿Cómo me llegas? ¿Sabes hasta qué punto te necesito? Aunque tu palabra zozobre en mí, deshecha en dudas. Aunque tu fuerza acabe en mi suelo, exhausta.

Le hemos seguido, fiado del Padre. Una vida envuelta, en pañales y en confianza. Danos, niño clandestino, de pronto hombre, danos un cacho de confianza. Que también podamos caminar. Como tú.

Y le vimos en un final desdichado. ¿Es posible trazar el arco que va de un niño a una Cruz? ¿Qué cabo aprieto? ¿Será el niño secreto? ¿Será la cruz?

Mañana escucharé qué me dices. Hoy, déjame guardarte y protegerte. Y amarte. A ti. A tantos niños del mundo, su futuro arrancado.

Sólo uno. Aunque sea sólo uno…, si pudiera ahorrarle lo que le vendrá encima. Críos del mundo, sin futuro. Críos del mundo, mañana metálica. Sin espera. Su mirada apagada. Envueltos en pañales de hambre y desamparo. Ríe, ríe, crío bendito, que eso me da aliento.

Niños “sin papeles”. Sois como aquel niño clandestino. Vuestros ojos de mar son la tierna súplica de Dios. ¿Oiré tu suplica en medio de tanta ternura embustera?

Seamos tiernos. Sí. Hasta la última entraña.

Cada niño, cada niño del mundo, tantos críos sin futuro y sin pan, son ese crío clandestino. Después, más tarde, un día, le llamaremos Salvador.