¡No nos dejemos caer en la trampa! (Domingo XXIX del TO Ciclo A)

Asier Solana
Asier Solana
Madrid
A la escucha no hay comentarios

 

    Jesús no fue a la Universidad pero tenía perspicacia. Lo vemos en el Evangelio de este fin de semana cuando sale airoso de una trampa complicada. Por un lado, si dice que hay que pagar al César, pierde crédito ante los judíos. Por otro lado, si dice que no hay que rendirle tributos, pueden denunciarle ante los romanos por subversivo. Pero Jesús es lo suficientemente listo como para mantenerse al margen del juego político que le proponen. Su solución pasa por distinguir entre Dios y el César, poniendo a cada uno en su lugar.

    La moneda tiene un dibujo. Es una imagen grabada que pertenece a un ser humano. La moneda, es pues, imagen de una persona. Tiene oídos, ojos y boca pero el denario ni oye, ni ve ni habla. El hombre, en cambio, es imagen de Dios; tiene oído para escuchar la Palabra, ojos para enternecerse con la belleza y boca para proclamar el Evangelio. Que se quede pues, el César, con un trozo de metal, y demos a Dios lo que es de Dios: el hombre.

    Ahora queda lo más difícil. Después de saber que a Dios hay que darle el hombre, queda saber qué es el hombre exactamente. Dejando explicaciones filosóficas por poco prácticas, enfoquemos la pregunta desde otra perspectiva: nombre y apellidos. Pensemos en todas aquellas personas concretas que están cerca de nosotros, y cómo podemos acercarlas a Dios; pensemos en cómo nosotros podemos acercarnos a Dios. Después, en oposición, pensemos en todos los ídolos que, como la moneda, brillan pero ni oyen, ni ven, ni hablan. Como las monedas, los ídolos se consumen.

    Muchas veces, a lo largo de nuestra vida, nos ofrecen seguir a falsos dioses. Es atrayente, pero... ¿caemos en ello? Aprovechando que este domingo se celebra la Jornada Mundial por las Misiones (el Domund), me gustaría recordar la labor de muchos misioneros y misioneras dominicos que tratan de ofrecer Dios a los hombres. En el camino se encuentran muchos escollos que superar. Por ejemplo, intereses económicos de quienes sólo quieren explotar a los indígenas de la Amazonía. Con frecuencia los misioneros sufren por el papel del dinero en estas sociedades, a las que llega con su anverso y su reverso..

   Pero, me contaba uno de ellos hace no mucho, “los nativos no venden su alma al diablo, sólo la alquilan”. Quizá es que saben que el dinero es sólo un medio para sobrevivir, para estar un tiempo un poco más cómodos, y no le dan tanta importancia como nosotros. El propio misionero tiene a veces la trampa. ¿Aceptará dinero corrupto para realizar ese proyecto que tanto quiere para una comunidad? ¿Pondrá su firma a cambio de una pequeña ayuda y con el precio de venderse a un señor que no es Dios? Si comento sobre un dilema así es porque, estemos allí o aquí, se nos puede presentar a todos y cada uno de nosotros.

   Muchos de los peores corruptos empezaron por muy poco y sin darse cuenta. No tuvieron la perspicacia para darse cuenta de que ello estaba mal. O, lo que es peor, creyeron que 'podían controlarlo', o que 'iban a parar'. El tiempo nos ha demostrado cómo una mala situación puede complicarnos la vida introduciéndonos en una espiral negativa de la que es muy difícil salir.

   Por eso es tan importante no bajar la guardia y decir a cada momento un rotundo “sí” a Dios. Y por eso, cuando Dios te llama, ¿para qué hacerte el remolón? Y Dios nos llama a todos, cada uno según su manera; quiere que todos nos ofrezcamos a él, porque es la manera de que seamos realmente humanos.