Santo Tomás y la sinodalidad

Santo Tomás y la sinodalidad

Fr. Ignacio Castro Ortega
Fr. Ignacio Castro Ortega
Asunción, Paraguay

El Doctor Angélico no se preocupó tanto de responder sus propias preguntas, sino de hacerle espacio a las de otros.

Ya no podemos mantenernos ajenos a la sinodalidad. Si queremos estar en sintonía con el momento eclesial, es importante informarnos, pero, sobre todo, implicarnos en “el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”[1]. Según el Concilio Vaticano II, la Iglesia es «sacramento, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de todo el género humano» (LG 1) y el proceso sinodal es el esfuerzo que hace la Iglesia ser más fiel a esta vocación, a través de las estructuras, formas, modos y relaciones que la constituyen.

¿Cómo podemos ser sacramento e instrumento de la búsqueda amorosa de Dios en el ser humano si nuestras relaciones eclesiales no lo demuestran?

Uno de los grandes miedos de este proceso es que se quede en la superficialidad cosmética de lo exterior: unos arreglos por aquí, otros por allá. Sin embargo, ante cualquier modificación estructural, el proceso nos invita a vivir una conversión personal. ¿Cómo podemos ser sacramento e instrumento de la búsqueda amorosa de Dios en el ser humano si nuestras relaciones eclesiales no lo demuestran?

La historia de la Iglesia nos ofrece varios ejemplos, formas y modos de entender que este camino no es nuevo, que ya lo hemos hecho, y sobre todo ¡que es posible! Dentro de esta tradición, podemos resaltar el aporte de nuestro hermano Tomás de Aquino. El legado de Tomás a la Iglesia no se reduce a lo inigualable de su obra o a la hondura de su pensamiento. El Aquinate nos ofrece un modo –un método– que, ante todo, requiere actitudes ante el otro y la realidad. Este talante, profundamente sinodal, le permitió a Tomás ofrecer a sus contemporáneos la cercanía de Dios.

Santo Tomás en Adoración con otros Santos

En primer lugar, podemos decir que las búsquedas de Tomás estaban profundamente atravesadas por las búsquedas de otros. El Doctor Angélico no se preocupó tanto de responder sus propias preguntas, sino de hacerle espacio a las de otros. De ahí que su obra vaya desde la metafísica hasta la biología, pasando por comentarios bíblicos y altas elaboraciones teológicas. Su obra se hizo al calor de los diálogos universitarios, las preguntas estudiantiles y las tensiones en las que sabía ser hermano. La quaestio de Abelardo que Tomás recoge, expresa su necesidad de reconocer la verdad en otros, aunque haya contradicción.

Tomás está abierto a la realidad, pero no de cualquier forma: La acogida y la valentía del diálogo son fundamentales. Para ello sabía que la vulnerabilidad es el camino, porque es la única manera de dejarse encontrar por la verdad. La sinodalidad requiere que acojamos la realidad, personal y comunitaria, permitiendo que sus preguntas y sus búsquedas potencien y fecunden nuestras propias búsquedas, hasta llevarnos por caminos que nunca pensamos transitar. Esta actitud llevó a Tomás a reconocer que la verdad, venga de donde venga, viene del Espíritu Santo.[2]

Solo si vivimos en nuestra propia verdad, reconoceremos serenamente que necesitamos caminar juntos.

Hay otro aspecto que es esencial: la humildad. Tomás sabe situarse ante su propia verdad y la verdad de las cosas y las personas. De esa manera logra dejarse interpelar por el misterio de la realidad y de Dios. Su lenguaje no busca encapsular, sino acercarse al misterio. Este reconocimiento de sus propias limitaciones le permitirá sentir necesidad de los otros y salir a su encuentro. Tomás necesitará a Aristóteles, a los pensadores musulmanes, a su comunidad. Sin la humildad no habría doctor angélico, pero tampoco sinodalidad. Solo si vivimos en nuestra propia verdad, reconoceremos serenamente que necesitamos caminar juntos. Hoy también necesitamos la verdad de los nuevos Aristóteles y solo podremos acogerla si vivimos desde aquello que somos.

Tomás no conoció términos como: «proceso sinodal», pero su forma de pensar, de ser hermano y de hacer teología nos ayudan a entender que la sinodalidad va más allá de documentos o eslóganes de moda. Caminar juntos, desde la búsqueda compartida y la humildad, son los modos en los que nuestras comunidades eclesiales pueden reflejar con más nitidez la comunión que es Dios mismo y de la cual toda la humanidad está invitada a participar.

¡Tomás, hermano de buscadores, ruega por nosotros en esta andadura sinodal!

 

[1] Francisco, Discurso en la Conmemoración del 50 aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos (17 de octubre de 2015)

[2] ST I, II, 109, 1 ad 1