La obra comenzada, Él la lleva a término

La obra comenzada, Él la lleva a término

Fr. Félix Hernández Mariano
Fr. Félix Hernández Mariano
Convento Santo Domingo, Córdoba

 

Cuando pienso en el momento en que me ordené sacerdote, me doy cuenta de lo inconsciente que era… aunque creía que sí, aún no sabía lo que eso significaba y lo que iba a suponer en mi vida.

Siempre asumí que llegaría ese momento: era parte de mi vocación, porque somos una Orden clerical y casi todos somos, además de frailes, curas; sin embargo, nunca había pensado demasiado en ello, puede que estuviese excesivamente centrado en la definición de mi propia identidad como religioso dominico.

Así que terminé mi formación y recibí mi primer destino: me iba a estrenar en una parroquia. Era una comunidad pequeña y enseguida me di cuenta de que sería de más ayuda si me ordenaba, así que eso es lo que hice.

El día en que recibí el sacramento del Orden me emocioné como nunca, imagino que algo dentro de mí, ya intuía la inmensidad del regalo que estaba recibiendo. En medio de aquella explosión de sentimientos, acerté a escuchar algo que me decía el Obispo en su homilía: “desde hoy ya no eres tú, ahora es Cristo el que habita en ti”.

Entonces sólo pensé que era una frase bonita y nada más, pero lo cierto es que, conforme empecé a ejercer el ministerio, enseguida comprendí que se trataba de algo más que eso… Verdaderamente, muchas cosas importantes cambiaron en aquel momento y para siempre.

El plano sacramental es sobrecogedor y puede que también sea el más visible; pero comprender el sacerdocio sólo desde ahí, es un tremendo error que yo había cometido.

Quienes me conocen, saben que siempre repito que uno sigue siendo el mismo, que continua peleándose con sus miserias y limitaciones, pero –a pesar de eso- ¡ahora las personas se acercan a mí buscando a Dios! Y resulta que Él es tan grande que es capaz de servirse, hasta de alguien tan pequeño como yo, para llegar hasta toda esa gente. En mi experiencia eso es lo más tremendo, descubrir como se vale de mí para actuar así. Algo que nunca me atreví a soñar. Con el sacerdocio, mi vocación de fraile dominico se ha hecho más plena y ha cobrado infinidad de nuevos sentidos.

La fe de quienes me muestran su corazón, ha abierto ante mis ojos una nueva ventana a la realidad, que me ha despertado deseos, de una fuerza antes desconocida, por estudiar y buscar respuestas. Una perspectiva que te transforma y llena de misericordia, que te hace más humano y que, así, te permite también orientar y dirigir la predicación de un modo más directo hacia los dolores y esperanzas del mundo.

Un anuncio que ahora brota, más que nunca, del día a día; que se hace realidad cotidiana, porque estás continuamente al servicio del otro; acompañando unas existencias, tratando de liberar de unas cadenas y de sanar un dolor que no dejan de llamar a tus puertas… a veces hasta la extenuación… casi todas las noches me acuesto agotado, normalmente afectado por lo que sufre la gente, pero siempre lleno de gratitud, precisamente por esa inmerecida sensación de estar dejando que se te lleven la vida.

"desde hoy ya no eres tú, ahora es Cristo el que habita en ti”

Vine a la Orden para dar todo lo que soy y ahora es cuando eso tiene un sentido real. Sería fácil creerse alguien; pensar que te mereces todo el cariño que la gente te ofrece y las cosas que te dicen; que has sido tú el que ha iluminado, dado paz y alegría al que llegó perdido… supongo que eso sería gratificante, pero lo increíble de verdad es tener presente que no eres tú, que es Otro el que lo hace todo en ti…

No quiero mentiros, en ocasiones también es duro, muy duro, como duro puede ser también el amor de verdad… y te ves incapaz e impotente; sientes que lo que se te ha encomendado te supera por todas partes; que ante determinadas realidades, ni sabes ni puedes decir nada… pero ahí están mis hermanos, enseñando, comprendiendo y volviendo a dibujar ilusión en el camino; recordándome de nuevo que esto no es cosa mía, que hay que confiar en que Él es el que actúa, hasta en el silencio de una cruz.

Pero la felicidad, la plenitud y la admiración de saberte parte de algo mucho más grande que tú es siempre más fuerte que lo que parece dificultad. Me sé en camino, estoy seguro de que Dios me reserva cosas aún mayores, muchos más trabajos, esperanzas y más felicidad… me sé en sus manos… y además, aquí hay sitio para vosotros.