Sintiendo la Orden…


Cuando me llamó uno de los frailes encargados de la página web de “ser fraile dominico” y me dijo: “oye, Paco, ¿No podrías escribir algo sobre tu experiencia en el noviciado?”. Debo decir que la pregunta me sorprendió un poco. No por el hecho de que un hermano me pida algo, sino por el hecho de reflexionar sobre algo que estás meditando todos los días y que a la vez no meditas. Meditas todos los días, en el sentido de que todos los días mis preguntas al Señor son las mismas: ¿Estaré siendo un buen religioso, Señor? ¿Podré responder a tu llamada con la dignidad que se merece el carisma inspirado por Santo Domingo de Guzmán?, etc... En este año mi oración, mi diálogo con el Señor, es siempre sobre si seré digno de la vocación, de la misión a la que me está llamando. También decía que no meditaba este tema. Con esto quiero decir que para mí es algo tan obvio que cuando te lo preguntan así de “sopetón” incluso no sabes qué responder. Es como la madre que todos los días piensa lo guapo que es su hijo y una amiga le pregunta un día: ¿Y cómo es tu hijo? Al principio la madre se queda sin palabras, porque para ella su hijo es lo más grande del mundo. Y eso es lo que pienso yo también; mi hijo es la vocación y la cuido todos los días. Por eso preguntar cómo es, es casi dejarte sin palabras.

¿Que cómo es mi experiencia del noviciado? Para resumirlo en una sola palabra yo diría “intensa”; o al menos espero que así sea. Una vez, un fraile, hablándome sobre el noviciado me dijo: “imagínate que te dan la oportunidad de irte a vivir con tu novia todo un año. Además, va a ser un año en el que no te vas a tener que preocupar de nada más. Es un año para que conozcas a tu novia y disciernas si es la mujer de tu vida”. Mirado así es un chollo. Un año entero en el que sólo me voy a dedicar a conocer y profundizar mi relación con el Señor. Con “mi” Señor. Un año entero para disfrutar de él en el silencio, para degustarlo tranquilamente, para oír su voz que me llama a estar con Él.

Pero, claro, no todo va a ser “silencio y recogimiento”, ya que si fuese así nuestra vocación sería de monjes. No señor. Uno de los lemas de la Orden siempre ha sido: “contemplar y dar lo contemplado”. Por esto mismo, las actividades también tienen un lugar destacado en la vida del noviciado: clases con el maestro, clases con frailes, clases en el centro de estudios teológicos, actividades pastorales, eventuales salidas y paseos...todo imbuido de espíritu dominicano. Y... ¿Cómo es el espíritu dominicano? ¿Cómo lo vivo ahora que estoy en el noviciado? ¿El espíritu dominicano es un espíritu al margen del mundo? Bueno, para responder a todas estas preguntas yo diría que el espíritu dominicano, y como se vive en el año de noviciado, es imbuirse de una manera “especial” de hacer las cosas. En este “hacer dominicano” priman una serie de notas: la comunidad, el servicio bien hecho y la predicación hablada y vivida; pero sobre todo, el ejemplo de Santo Domingo.

La comunidad es un elemento esencial de la vida dominicana, y así nos lo comunica, no sólo el maestro y submaestro de novicios, sino toda la comunidad del noviciado. En la Orden hay una serie de estructuras para favorecer esta comunidad. Y esto es algo muy importante: la comunidad no puede quedarse en meras palabras, si no que debemos hacer algo para “crear” comunidad, como quería Santo Domingo. Y esto es algo que siempre me ha llamado la atención de la Orden de Predicadores: en todas las casas donde he estado siempre se ha reservado un tiempo después de comer y después de cenar para estar juntos. Esto favorece el mutuo conocimiento. Esto hace que los hermanos que viven bajo el mismo techo no sean extraños los unos para los otros, sino que intercambien ideas, impresiones...porque esto último es esencial de la vida dominicana: el diálogo, el intercambio y el conocimiento. Además de las “recreaciones”, éste es el término técnico dominicano, existen capítulos conventuales, revisiones de vida, lectio divina en tiempos fuertes, etc...

Por “el servicio bien hecho” entiendo toda una vida de estudio y trabajo orientado al provecho de los demás, sean frailes, monjas o seglares. Y esto también me ha llamado mucho la atención de la vida dominicana. La Orden de dominicana está compuesta por “curas”, “no curas”, hermanas, seglares, y gente afín. Y, evidentemente, todos, desde su servicio en la Iglesia, ya sea como obispo, sacerdote, diácono, religiosa/o, seglar...cumplen una misión en el Pueblo de Dios. Esta misión en la Iglesia se cumplimenta, además, con el trabajo personal de cada uno. Todos, como parte de nuestro servicio, contribuimos a la Iglesia y a la sociedad civil desde nuestros oficios: el profesor de universidad, el bibliotecario, el historiador, el médico, el arquitecto, el currante, etc... Es decir, que nuestro servicio no se circunscribe a la Iglesia, sino a todo integrante de nuestra sociedad. Como decía anteriormente, el lema “contemplar y dar lo contemplado”, también es para las funciones que cada uno de nosotros debe desempeñar en el mundo civil y secularizado.

Y como no, el predicar, es la labor de labores. Nuestra Orden se llama “de Predicadores” porque todos predicamos. La hermana en su convento, la monja en su monasterio, el seglar en su trabajo...todos, con nuestra vida y misión, estamos trabajando y predicando para que el Reino de Dios sea una verdad creíble y realizable ya en este mundo.