Todo está cumplido

Todo está cumplido

Fr. Alexis González de León
Fr. Alexis González de León
Convento de San Pablo y San Gregorio, Valladolid

Si hoy me plantearan ser dominico en un contexto de pasión, probablemente me echaría a temblar, quizás por miedo rechazaría la idea, pero el miedo es lo que siempre me ha procurado seguir caminando hacia adelante, no parar, el coraje de vencerlo ha podido más que la parálisis que suponía un miedo nuevo que vencer.


El problema de una vocación es ante todo comprender qué sentido tiene ese caminar, cada superación supone un reto, y cada reto una sensación de autorrealización, que habla de satisfacción o de un atisbo de felicidad. La misión cumplida no es lo mismo que el tiempo cumplido. La misión realizada es la que te encamina hacia una vivencia de la felicidad ante tu fe en Dios, el tiempo cumplido es aquella sensación que te queda cuando te quedan cosas por hacer, habla de la insatisfacción.


Cuando todo se envuelve de obediencia a Dios, por amor, todo se desarrolla con normalidad y sentido de plenitud. Nuestra referencia es Jesús de Nazaret, un hombre veraz.


La vida de Jesucristo está orientada en el servicio al Reino de Dios y obediencia al Padre. Un recorrido por sus palabras y acciones no vendría mal para comprender qué significado encierra esta frase: “todo está cumplido”. Su misión fue reconciliar al mundo con Dios; en su obediencia cumplió la misión de reconciliar a un mundo dividido por el pecado y abrió un camino nuevo de amor para el hombre donde Dios será mirado con otros ojos. Cumplido porque ya no es un Dios lejano y desconocido; su vida y su muerte en cruz dan claro testimonio de ello.


En Palabras de Pagola: “Si Jesús acepta la persecución y el martirio es por fidelidad a ese proyecto de Dios, que no quiere ver sufrir a sus hijos e hijas. Por eso no corre hacia la muerte, pero tampoco se echa atrás. No huye ante las amenazas; tampoco modifica su mensaje ni se desdice de sus afirmaciones en defensa de los últimos”.


Todo su obrar se encaminó hacia una integración de los que estaban perdidos, marginados de la sociedad civil y religiosa de la época: Mujeres, leprosos, ciegos, cojos, pobres… una lista muy larga controlada por quienes se arrogaban con osadía determinar quién pertenecería o no al Pueblo de Dios y a la sociedad.


En los Evangelios podemos ver a Jesús caminando por Galilea buscando endemoniados para aliviar a las gentes de sus sufrimientos, a quienes se encuentran agobiados por el mal y excluidos de una vida sana.


Jesús es el profeta de la misericordia de Dios. Es la compasión la que hemos de imitar en Dios. Un Dios con entrañas que no se aleja de lo impuro, más bien se acerca para que su amor sea capaz de liberar a quien es condenado al ostracismo de la separación por pecado de impureza, adulterio, u otro pecado que condene a la persona por razones culturales y religiosas.


Hemos de entender sus comidas con publicanos y pecadores no sólo como una provocación, sino también como un proceso de curación. Sanar al afligido de su dolor. “No necesitan de médicos los sanos, sino los enfermos”. Las comidas tienen un mensaje terapéutico, los rescata de la vergüenza y la humillación, a cambio les ofrece confianza y amistad.


Jesús no comprende una ley que sea injusta. Si una ley no es sana para el hombre, no le procura bondad en su existencia, entonces no es una ley que otorgue felicidad a los hombres.


Jesús confía totalmente en la fuerza salvadora de Dios, pero observa los obstáculos y resistencias que encuentra su palabra. No todos se abren a Dios. Teniendo como telón de fondo la Parábola del sembrador podemos comprender que lo importante es la parte que cae en tierra buena y da una abundante cosecha. Con el reino de Dios pasa lo mismo. No faltan obstáculos y resistencias, pero la fuerza de Dios dará su fruto, Jesús está sembrando. Es el momento de responder.


Lo importante en el reino de Dios no es contar con personas observantes de las leyes, sino con hijos e hijas que se parezcan a Dios y traten de ser buenos como lo es él. Aquél que no mata cumple la ley, pero si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se asemeja a Dios.


La única respuesta adecuada a la llegada del Reino de Dios es el amor. El modo de ser y actuar de Dios ha de ser el programa para todos. Un Dios compasivo está pidiendo a sus hijos e hijas una vida inspirada por la compasión. Construir la vida tal y como la quiere Dios solo es posible si se hace del amor un imperativo absoluto.


Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas es ser hijos e hijas de Dios que han comprendido que amar significa docilidad a Dios, disponibilidad total y entrega a un Padre que ama sin límites e incondicionalmente a todos sus hijos e hijas. No es posible amar a Dios sin desear lo que él quiere y sin amar incondicionalmente a los que él ama como Padre. El amor a Dios hace imposible vivir encerrado en uno mismo, indiferente al sufrimiento de los demás. Es precisamente en el amor al prójimo donde se descubre la verdad del amor a Dios.


Pero todo esto supuso un rechazo por las instituciones religiosas y civiles, Jesús fue considerado un hombre peligroso, desestabilizador del orden social y religioso. Para el pueblo un profeta, un hombre de Dios que le devolvía la esperanza de una vida sana. Dos visiones completamente contrapuestas. Todo dependía de quién contase la historia. Condenado a muerte, la asumió con el mismo amor a los hombres y a Dios con el que vivió.


Morirá fiel en el que ha confiado siempre. Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite; si terminan rechazándolo, morirá como un excluido; pero con su muerte confirmará que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no rechaza ni excluye a nadie de su perdón.