Dominicos, Educación y Evangelio

Fray Ricardo Aguadé Rodríguez
Fray Ricardo Aguadé Rodríguez
Convento de Santo Domingo, Oviedo


“Cuando nos afanamos en encontrar aposta la ocasión de meter la fe en la conversación, se demuestra que tenemos poca, que creemos que la fe es algo artificial que se añade a la vida y no, por el contrario, un modo de vivir y de pensar. Sin embargo, cuando esta ocasión no se busca… se presentará por sí misma; más aún, estará siempre presente y de la forma menos pensada y menos consciente. A lo largo del año, los jóvenes nos verán actuar, reaccionar, pensar, responder en mil ocasiones distintas, siempre fieles a nosotros mismos, siempre y sin esfuerzo, fieles a nuestra forma de ver la vida” .

  Nada más ponerme a escribir siguiendo la invitación que me hacen mis hermanos desde ‘Ser fraile dominico’, me vino a la mente la cita de Lorenzo Milani, que desde muy pronto acompañó mis primeros pasos como dominico y como educador, allá en el barrio de Buenos Aires en Salamanca. Se me invita a escribir sobre cómo los dominicos podemos acercar el evangelio a los adolescentes y jóvenes. Creo que en las palabras de Milani está una pista fundamental de cómo hacerlo: educamos cuando actuamos, reaccionamos, pensamos y sentimos, cuando respiramos y nos movemos desde nuestro ser dominicos, con absoluta naturalidad y espontaneidad, llenos de pasión por lo que somos y vivimos. Decía Hegel que ‘nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión’ y tenía toda la razón.


   Nuestra pasión como dominicos es Jesús de Nazaret, su Evangelio y el proyecto del Reino. Es lo que nos mueve e impulsa para vivir y soñar, para creer que otro mundo es posible, para creer que la luz sí puede doblar las esquinas (que no se me enfade Solo) de la ignorancia, de la injusticia, de la insolidaridad. Es desde esta pasión, que tenemos y nos tiene, desde donde acompañamos a los jóvenes y adolescentes en su caminar y crecer, en su adentrarse en la vida. Vamos haciendo(nos) juntos, vamos descubriendo(nos) juntos. Como decía P. Freire, ‘Nadie educa a nadie’, sino que nos educamos con los otros, crecemos y maduramos con ellos en todos los aspectos de la vida y, también, en nuestra fe. Estoy convencido que nuestra tarea como dominicos no es ser meros ‘enseñantes’ que llevan a que el adolescente o joven aprenda un lenguaje, un conjunto de saberes o un código de conducta; somos educadores que intentan que cada uno hable por sí mismo, con su propia riqueza y singularidad. Nuestra vocación es adentrarnos, cual compañeros de camino, en las zonas sensibles, a veces luminosas y otras llenas de sombras, las zonas humanas donde crecen, viven y se debaten los chicos y chicas, para desde ahí y junto con ellos, repensar las relaciones y la vida.


   Educar-nos es vivir, existir, salir de nosotros mismos (educere); es conocer y amar aquellas relaciones con la naturaleza, con los otros, con nosotros mismos y con Dios dentro de las cuales crecemos. La educación no es hacer referencia a cosas, sino que se adentra en la vida misma en toda su riqueza y diversidad. La relación educativa en clave dominicana, implica crecer juntos, experimentar juntos, descubrir y relacionarse. Como dominicos somos compañeros de camino, interlocutores, puentes de doble dirección. Educar en clave dominicana es apostar por educar(nos) en y desde la diversidad y los diversos; es una apuesta decidida y apasionada por la diversidad. Descubrimos juntos la riqueza del otro, del diferente; la riqueza de un ‘otro’ que me complementa, me interroga, me conmueve, me hace salir de mi ‘yo’ hacia el ‘nosotros’. El ‘otro’, distinto y diverso, por su raza, su lengua, su condición sexual, su religión, su nacionalidad… me habla de un Dios que es Padre y Madre de todos. Ayudar a los adolescentes y jóvenes a adentrarse en el misterio del ‘otro’, acompañarles en ese camino ‘menos transitado’, es ayudarles a adentrarse en el misterio de sí mismos y en el misterio de Dios.


  Educar en clave dominicana es apostar por educarnos juntos, en comunidad. Es dentro de la comunidad educativa donde cada uno toma conciencia de su identidad; es abriéndonos a los demás, al diferente, como nos constituimos y nos construimos como personas. Junto con los chicos y chicas que educamos y que nos educan, vamos descubriendo vocabularios, vamos nombrando experiencias y sentimientos, nos vamos abriendo al misterio de la vida. Aprendemos a ver el mundo, a ver a los demás y a vernos a nosotros mismos con los ojos Dios y en clave evangélica. Nos educamos en una actitud crítica frente a la realidad, crítica pero esperanzada. Una actitud sensible ante el sufrimiento de ser humano más indefenso y pequeño.


  Son los adolescentes y jóvenes los que nos adentran en nuevos paisajes y nos enseñan nuevos lenguajes. Junto con ellos descubrimos que no podemos seguir narrando la experiencia de Dios bajo formas, lenguajes y símbolos antiguos, difíciles de entender e, incluso, imposibles de asumir en la actualidad. Junto con ellos aprendemos que la relación educativa se basa en la capacidad para trascender o perforar la trama de la vida y de la historia, acercándonos al misterio de Dios, encarnado en nuestro mundo y en nuestra historia. Nos educamos juntos en el descubrimiento de la interioridad, en la experiencia de Dios, en la actitud orante, en el compromiso solidario. Son estas algunas de las intuiciones que nos acompañan en nuestra tarea educativa como dominicos en el colegio y en la parroquia Santo Domingo de Guzmán de Oviedo.