“El padre que ama siempre”  IV Cuaresma (Lc 15, 1-3. 13-32)

“El padre que ama siempre” IV Cuaresma (Lc 15, 1-3. 13-32)

El perdón y la misericordia y de nuestro Dios son incondicionales y gratuitos para todos sus hijos. El evangelio de este cuarto domingo de cuaresma nos invita a la reconciliación con el Dios compasivo capaz de perdonar a todo aquél que se reconoce culpable y desea reconciliarse con Él.


   Esta parábola contada por Jesús nos explica claramente la necesidad que tiene la humanidad de hoy en comparación con las costumbres y tradiciones judías, en las muchos se sentían abandonados por Dios al considerarse pecadores y que incluso también se consideraban condenados y castigados según lo explicaban y lo afirmaban los sumos sacerdotes y doctores de la ley mosaica. En cambio Jesús rechaza esta forma de pensar demostrando que el Dios de la humanidad es un Dios cercano que no castiga sino que actúa como un padre que ama por gratuidad a sus hijos. Un Padre cuyo perdón y compasión son abiertos y asequibles para todos.

 


   Dios nos creó por amor y nos hizo libres y con esa libertad somos capaces de elegir el camino que deseamos seguir en nuestra vida. Dios es aquel padre que no retiene a nadie por la fuerza sino que respeta su libertad. Nosotros somos los que piensan y creen que el hombre fuera de Dios puede encontrar una libertad completamente absoluta, hecho que no existe en ninguna criatura inferior a Dios. Nosotros ante Dios, nos comportamos y actuamos como ese hijo, personaje de la parábola, que gozando del afecto y cariño de su padre, prefiere pedir la parte de su herencia para disfrutar de ella libremente por creer que en la casa de su padre no se sentía feliz. Nuestra vida en cada momento corre el mismo peligro de abandonar a Dios y de dedicarnos a lo que consideramos más interesante como la ambición de poder y de bienes materiales, los honores y las vanaglorias, los vicios y fanatismo. Estas situaciones temporales las volvemos invencibles y nos someten a la esclavitud.


   Pero el punto clave de esta parábola es la necesidad que tiene la humanidad de hoy en volver la mirada hacia Dios y reconocer que sin Dios nuestra vida pierde sentido. Debemos estar convencidos de que Dios siempre está dispuesto a volver al encuentro con nosotros, con su piedad y misericordia nos abre las puertas de la reconciliación. Así es Dios, según Jesús. Es un padre que sale todos los días al camino y, cuando nos ve de vuelta, no nos reprocha sino que nos abraza y nos acoge como hijos. Pues este perdón y esa misericordia que siempre recibimos del Padre deben convertirse en nuestra tarea principal. El perdón de Dios debe convertirnos en personas capaces de perdonar y de descubrir la misericordia de Dios en nuestras relaciones con los demás, sobre todo los que nos ofenden y nos odian porque el perdón de Dios, al recibirlo gratuitamente también debemos transmitirlo gratuitamente.


   En este tiempo de cuaresma estamos invitados a volver a la casa del Dios de Jesús, que es misericordioso y que está siempre dispuesto a recibirnos paternalmente. Que nuestro corazón vibre con el de nuestro Padre, que no rechaza a nadie y abraza entrañablemente al que vuelve.