El pueblo y la Cuaresma

El pueblo y la Cuaresma

La cuaresma empieza por el Miércoles de Ceniza, con el propósito de que cada persona continúe redescubriendo su auténtica calidad de vida: hecha de barro y por el aliento del Señor.

En el contexto bíblico se percibe cómo el ‘pueblo’ anhela un modelo de persona, equilibrada de mente y corazón, fiel a su Señor de quien reconoce que procede su vida, y su sano juicio. Dicho contexto también da por sentado que es Dios quien debe habitar el corazón humano. Así como en dicho contexto se entendía que el nudo de la persona es el corazón, así mismo, admite que Dios es el núcleo más significativo para cualquiera naturaleza. En cambio, un corazón disperso va a constituir el origen de donde vienen muchos males corporales y espirituales.

Se dirá que: el mal del cuerpo es la enfermedad y el mal espiritual es el pecado, y sobre ese doble fondo elemental se concluye que todo mal procede de un corazón disperso o dividido. El contexto bíblico adopta a ese respecto una interpretación singular: No hay diferencia entre el mal del cuerpo y el pecado, ambos manifiestan distintos estados de una enfermedad que afecta a la criatura de Dios. El cuerpo y el alma padecen bajo efectos similares el mal del que se trate. A Dios, en tal caso, se le atribuye la facultad de poder sanar, a la vez, tanto el mal del cuerpo como del alma. Esta reflexión sigue muy poco el marco de la medicina moderna.

gente escaleras difuminada

Pues bien, la misericordia de Dios es fuerte frente al mal del pecado y del cuerpo, así lo experimentan los que orientan su vida a Dios y quienes sin darse cuenta confiesan sus faltas y esperan de él la salud o salvación.

El mal según el contexto de la Biblia evoca simbolismos: como la soledad o la experiencia del desierto; unos ‘ejercicios espirituales’, o sea, un volver a comenzar tras abordar en conciencia aquellos interrogantes fundamentales del sentido de la vida. También nos hace pensar en la búsqueda y en la reconciliación.

La cuaresma debe ser ese tiempo en el que la persona se descentra, es decir, deja de ser el centro en torno al cual gira todo, y se empeña en poner a Dios en el centro; es experiencia de conversión a Dios.

La siguiente anécdota no refleja esta situación, pero sirve para ilustrarla:

«[...] A un vecino le llegaban ruidos procedentes del piso de arriba que no le dejaban dormir, y se dijo... “mañana subiré temprano y le romperé la cara”. El que decía esto era un joven y podía hacerlo.
Por la mañana subió al piso de arriba y se enteró de que el hijo de su vecino había muerto aquella madrugada. En toda la noche la madre había estado paseando en sus brazos al pobre niño, abrasado por la fiebre, como para impedir que se le fuera, como para infundirle fuerza y vigor.
...“Me dio tanta pena, Señor. Hoy he vuelto a acordarme de aquellos pasos en la noche. ¿Qué sabemos nosotros, Señor? Nuestra interpretación de los hechos es a menudo equivocada. Haría falta conocer todo, para poder juzgar, y ni así bastaría» (J.L. Martín).

Nos haría falta no ser tan duros con promesas como... no fumar durante la cuaresma y de no... durante la cuaresma, etc. El cristiano no debe estar nunca angustiado, ello demostraría su poca fe en la providencia amorosa de Dios.