

El carisma dominicano, “es completamente compatible con la vida laical”. Somos hombres y mujeres que siendo casados o solteros, desde nuestros propios espacios de vida y acción, contemplamos y buscamos dar a los demás de lo contemplado.
Si nos consideramos y nos pensamos cristianos, debemos tener unas actitudes determinadas. Estas actitudes son todas derivadas del lugar donde tenemos el corazón. Relativizar asuntos como el dinero, la comida, el poder, etc. son fruto de la experiencia fontal d
Los laicos, estamos involucrados en la orden y procuramos trabajar en familia, orar en familia y predicar en familia. Estamos convencidos que juntos, trabajando al unísono con las otras ramas, podremos empujar el carro de nuestra misión más efectivamente.
Somos hijos de Dios en cuanto nos parecemos a él en su Espíritu, cuando actuamos con los mismos sentimientos de él
La vida fraterna, es tarea, proyecto que construimos día a día, pero ante todo es don en la diversidad y en la pluralidad, regalo de Dios...
El camino del seguimiento de Jesús, lo debemos hacer con plena integridad, transparentando la condición de hijos de Dios. Nuestro corazón no puede temblar cuando ante nosotros se decide la vida o la muerte. En todo momento optamos por la vida en Dios.
La pluralidad de nuestra forma de predicación es asombrosa, y desde el mártir hasta la pedagoga la Orden no pretende otra cosa sino predicar.
Los cristianos debemos fijar el sabor de la justicia y el bien común en la desabrida sociedad de la indiferencia.
Lo que da sentido a la vida de Tomás e impulsa toda su obra es su inmensa pasión por Dios
Nuestra identidad sólo puede realizarse y crecer si sale a la intemperie, a los nuevos interrogantes, nuevos problemas, nuevos modos, nuevas preguntas.