Santo Domingo de Guzmán, Ideal de Santidad

Fr. Vicente Niño Orti
Fr. Vicente Niño Orti
Convento de Santo Tomás de Aquino (El Olivar), Madrid

Solemnidad de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán, Fundador de la Orden de Predicadores, 8 de Agosto

Pese a que nos parezca extraño a los dominicos, la figura, la imagen, la memoria de santo Domingo de Guzmán es muy poco conocida en nuestra Iglesia. No es de los santos más populares. No es tan conocido como un Ignacio de Loyola ni como un Francisco de Asís. No es un santo milagrero que sea patrimonio de la religiosidad popular ni es un santo especialmente llamativo por su vida para que pueda despertar la curiosidad de los creyentes... y éso que la vida de Nuestro Padre, al menos para quien esto suscribe, es apasionante... Vivió largos viajes, conoció más de media Europa, contempló guerras y hambrunas, conoció a las más importantes figuras de su tiempo, se relacionó con reyes y mendigos, con papas y cardenales y herejes, estuvo en los acontecimientos más importantes de su época, vió nacer ciudades y proyectos como las Universidades, y jugó un papel destacado en la gestación de un nuevo modo de Iglesia y de sociedad, vivó en sí más vidas que muchos hombres, fue el protagonista de su propia historia... una vida apasionante... pero poco conocida.

No sé decir muy bien por qué ha sido así. Quizás porque los frailes dominicos a lo largo de la historia nos hemos preocupado más por vivir como él vivió -al menos intentarlo...- que a contar lo que él vivió. Lo cual por otra parte es sumamente interesante.

Lo dominicano por esencia creo que es muy poco mitificador, poco dado a construir mitos e idealizaciones, es más bien de dimensiones concretas, de plasmaciones concretas del ideal de seguimiento de Jesucristo, individuales, propias de cada uno. Nunca podrá haber dos dominicos iguales y a la vez cada dominico llenará su vida con los mismos ideales, con los mismos valores, con la misma identidad profunda, la del carisma de santo Domingo.

Quizás es una obviedad pero no todo el mundo puede ser dominico. Igual que no todo el mundo puede ser cartujo o jesuita o trapense. Cada vocación tiene sus propias exigencias, su propia idiosincrasia, y en lo dominico hay mucho de ésto. Me temo que si alguien no es capaz de cierta capacidad de improvisación, de creatividad, de dejarse llevar por el viento y la libertad del Espíritu, poco encajaría en lo dominicano. La dimensión de la responsabilidad personal en el camino de la vida religiosa, una querencia afectiva y humorística por lo comunitario, una vía profunda contemplativa, y por sobre todo una profunda veta de libertad personal, de construcción de uno mismo en el camino de la fe... junto a los hermanos, ciertamente, en comunidad, pero sobre todo uno mismo en libertad... libertad que no es sino la otra cara de la responsabilidad ante la fidelidad a Dios mismo... Si alguien no goza de esa sana veta libertaria, me temo que no encajaría muy bien como dominico...

Asi lo entiendo yo, pero seguro que otro dominico diría cosas muy diferentes. Y es que ese es otro rasgo genial de lo dominicano. Tengo para mí que somos muy humanos, muy de lo concreto... aun cuando podamos estudiar y predicar las cosas más abstractas que existan... en el fondo se trata de cómo cada dominico encarna en sí mismo, de una manera única, irrepetible, concreta, fascinante, plural, distinta a la de todos los demás, el mismo ideal que llena a todos los dominicos, el de la predicación, el del seguimiento de Jesucristo como una vez lo hizo santo Domingo de Guzmán y en los cauces que fue habilitando éste para hacer vida esa predicación y ese seguimiento: el proyecto de la Orden de Predicadores. Con su identidad de la misión de la Predicación desde la comunidad, el estudio, la contemplación, la compasión, la pobreza, la itinerancia, la libertad personal, la curiosidad y la búsqueda de la frontera, el sentido democrático de gobierno y decisión entre todos...

La obra de toda una vida, de toda la vida de santo Domingo, fue la Orden de Predicadores. No fue un proyecto medido y tasado desde el principio, un plan perfectamente meditado y preconcebido que fue desarrollando... más bien la Orden nació de la propia vida de Domingo, de ir respondiendo con toda su vida a las situaciones que le iban saliendo al camino, desde el evangelio y el seguimiento de Jesucristo.

En santo Domingo podemos ver cómo crece y como evoluciona su vida, cómo aprende, cómo cambia, cómo va desarrollandose, viviendo, caminando intentando hacer vida del evangelio en cada momento concreto, en cada situación concreta a la que un recodo del camino de la vida le lleva. Aprende, se deja llevar de la mano por Dios hacia donde Él quiere llevarle, pero no de un modo pasivo o de brazos caidos, sino queriendo ser agente activo de lo que le sucede y le ocurre, queriendo siempre crecer, caminar, avanzar en el camino de Dios... sabiendo que el protagonista último de su vida no es él mismo, sino el mismo Dios. Y ese camino le lleva al proyecto de la Orden de Predicadores como el sentido natural de su vida, una vida que le ha ido preparando para que la Orden fuese reflejo de su propia identidad, de su propio carácter.

La Orden de Predicadores se gestó a lo largo de toda la vida de santo Domingo de Guzmán. Podemos decir que la Orden existía en él antes de exitir realmente, que la Orden fué cobrando vida a lo largo de la vida de Domingo, que antes de nacer como institución estaba cobrando vida en su vida. Asi los distintos rasgos de identidad de los dominicos se ven nitidamente en la biografía de Domingo antes de fundar propiamente la Orden. Lo vemos en Palencia sumergiéndose en el estudio; también allí vendiendo los libros y dejándose ganar por la compasión; lo vemos en Osma aprendiendo la vida comunitaria y la contemplación; y lo vemos con sus viajes a las Marcas descubriendo el papel de la itinerancia que rompiera la estabilidad tanto monástica como secular de su tiempo; es asi con el sur de Francia y su contacto con los cátaros para descubrir la inmensa riqueza de la pobreza voluntaria; es el descubrimiento de la Predicación como motor de toda su vida, lo que siempre hizo y lo que quiso hacer desde niño, buscar los horizontes de las cosas nuevas, lo desconocido, las fronteras; es el valor de la individualidad y la independencia y la libertad personal -el tiempo solo en el Languedoc- en nexo ineludible con ser y sentirse y construir una comunidad de hermanos predicadores -con los compañeros que se le fueron uniendo para la misión de la Sagrada Predicación y para la organización de la Orden-; es la asunción de un gobierno democrático que entre todos decida lo que a todos compete, en la elección de su Regla de Vida y en el modo de organizar la vida religiosa y la misión de la Orden. Vemos como la misma vida de santo Domingo encarna el ideal de su Orden.

La vida de Santo Domingo se convierte así en el ideal mismo de vida de los dominicos, en el ideal que la Orden de Predicadores y cada dominico quiere construir en su vida, en un ideal de plenitud de vida que ilumina desde hace ochocientos años uno de los proyectos de vida cristiana más apasionantes que se puedan imaginar. La vida de santo Domingo de Guzmán es así un ideal de santidad, no obviamente para repetir lo que hizo, sino para llenar nuestra vida del mismo ideal y del mismo sueño que él tuvo: seguir a Jesucristo en el camino de la predicación, alcanzar a Cristo haciendo que los demás lo alcancen.