

El Reino de los Cielos es el mayor tesoro en el mundo que puede dar sentido en mayúsculas a nuestra existencia.
La oración cristiana nos revela que la soledad es un estado subjetivo de la persona. El trato personal con Dios nos encamina hacia la esperanza, es decir, al motor que nos descubre el rostro y nos permite volver a sentir la brisa y nos motiva a seguir.
Nuestro ser cristiano se debe diferenciar: debemos ser ejemplo, ser críticos y defensores de un mundo más humano.
La realidad es que nuestra esperanza no es algo sino alguien, tiene un “Nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2,9): Jesús de Nazaret.
La llamada a ser sembradores del Evangelio es una llamada a vivir nuestra fe con esperanza; a no desalentarnos por no recibir los resultados esperados.
Me atrajo de la Orden su misión, su labor y trabajo en la sociedad, y hoy permanezco por su vida y espiritualidad, por los hermanos, que son testigos de la vida y pasión del Resucitado, al estilo de Domingo.
La revelación es posible solo a quien renuncia a su proyecto egoísta y se suma al proyecto dado por Dios.
Y si se cancelaron bodas, primeras comuniones, confirmaciones, encuentros deportivos, fiestas, las Fallas y los vuelos comerciales, también era de esperar que se tuvieran que cancelar las profesiones de votos solemnes.
Nosotros, como seguidores de su Palabra, podremos observar en este comportamiento la conducta de Dios, para que esta nos lleve a la santidad.
El evangelio de este domingo nos insta a no tener miedo, a mantener la calma, a confiar en Dios. Pero también a no bajar la guardia, a estar alertas y cuidando constantemente de la vida espiritual.