La llamada a ser sembradores del Evangelio es una llamada a vivir nuestra fe con esperanza; a no desalentarnos por no recibir los resultados esperados.
Me atrajo de la Orden su misión, su labor y trabajo en la sociedad, y hoy permanezco por su vida y espiritualidad, por los hermanos, que son testigos de la vida y pasión del Resucitado, al estilo de Domingo.
La revelación es posible solo a quien renuncia a su proyecto egoísta y se suma al proyecto dado por Dios.
Y si se cancelaron bodas, primeras comuniones, confirmaciones, encuentros deportivos, fiestas, las Fallas y los vuelos comerciales, también era de esperar que se tuvieran que cancelar las profesiones de votos solemnes.
Nosotros, como seguidores de su Palabra, podremos observar en este comportamiento la conducta de Dios, para que esta nos lleve a la santidad.
El evangelio de este domingo nos insta a no tener miedo, a mantener la calma, a confiar en Dios. Pero también a no bajar la guardia, a estar alertas y cuidando constantemente de la vida espiritual.
Desde mi ordenación diaconal han sido frecuentes las preguntas acerca de mi ministerio. Algunas eran sobre lo que dicho ministerio me capacitaba para hacer. La pregunta común en esta línea era: «Bueno, ¿y ahora qué puedes hacer?».
Se ha representado a Jesús con la imagen de un pelícano. Su simbolismo radica en que esta ave, cuando sus polluelos están muy hambrientos, en lugar de dejarlos morir de hambre, los nutre con la carne y sangre que saca de su pecho con su propio pico.
En nuestro país, República Dominicana, también el gobierno ha implementado una campaña de «ayuda», de la cual reconocemos lo positivo siempre que ha sido a favor del bienestar de los ciudadanos. Pero a su vez percibimos lo inoperante de estas ayudas puntuales.
Hablar de la Santísima Trinidad es referirnos a la vida que se comparte. El Evangelio nos comunica una buena noticia: nadie está solo.