«Y vosotros ¿quién decís que soy?». Nuestra respuesta puede variar según nuestra experiencia con él: puede ser como la de la gente, la de los maestros de la ley o la de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
La mujer es el puente de la no existencia a la existencia, todo eso es gracias a la misericordia de nuestro Dios. Hermanos, respetemos al ser humano porque es uno de los dones más preciados de la creación.
Viajar ayuda a salir de uno mismo y compartir el tiempo con otros iguales. Ayuda a trascender fronteras no solo físicas sino mentales, valorar más lo que es de la propia cultura y al mismo tiempo saber que no es la única ni la mejor que existe en el mundo.
Muchas cosas han cambiado dentro de mí: definitivamente no soy el mismo hombre que ingresó en la Orden. Todo esto se lo debo a Dios, a mi familia, que siempre me apoyó en mis decisiones, y a mi nueva familia dominicana.
El Evangelio de hoy nos ofrece el milagro de la multiplicación de los panes y los peces: milagro real, que, según el papa Francisco, nos habla de la compasión, la generosidad y la eucaristía.
El descanso nos permite el encuentro con nosotros mismos: quizás esta es la clave espiritual de quienes aprovechan en profundidad su tiempo de descanso.
El Reino de los Cielos es el mayor tesoro en el mundo que puede dar sentido en mayúsculas a nuestra existencia.
La oración cristiana nos revela que la soledad es un estado subjetivo de la persona. El trato personal con Dios nos encamina hacia la esperanza, es decir, al motor que nos descubre el rostro y nos permite volver a sentir la brisa y nos motiva a seguir.
Nuestro ser cristiano se debe diferenciar: debemos ser ejemplo, ser críticos y defensores de un mundo más humano.
La realidad es que nuestra esperanza no es algo sino alguien, tiene un “Nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2,9): Jesús de Nazaret.