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«Y vosotros ¿quién decís que soy?». Nuestra respuesta puede variar según nuestra experiencia con él: puede ser como la de la gente, la de los maestros de la ley o la de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Viajar ayuda a salir de uno mismo y compartir el tiempo con otros iguales. Ayuda a trascender fronteras no solo físicas sino mentales, valorar más lo que es de la propia cultura y al mismo tiempo saber que no es la única ni la mejor que existe en el mundo.
Muchas cosas han cambiado dentro de mí: definitivamente no soy el mismo hombre que ingresó en la Orden. Todo esto se lo debo a Dios, a mi familia, que siempre me apoyó en mis decisiones, y a mi nueva familia dominicana.
La oración cristiana nos revela que la soledad es un estado subjetivo de la persona. El trato personal con Dios nos encamina hacia la esperanza, es decir, al motor que nos descubre el rostro y nos permite volver a sentir la brisa y nos motiva a seguir.

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