

Sección: A la escucha
Hablar de la Santísima Trinidad es referirnos a la vida que se comparte. El Evangelio nos comunica una buena noticia: nadie está solo.
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
En los días de confinamiento hemos pasado a estar a kilómetros de nuestros seres queridos: ¿en verdad la distancia nos puede separar de las personas a las que amamos?
Los cristianos tenemos el deber de amar y de amar hasta el extremo como nos enseñó Jesús. El deber sustrae el amor de la volubilidad y lo ancla a la eternidad.
«¿Qué camino he de seguir?, ¿dónde está la verdad?, ¿qué es y dónde está la vida?»
Jesús resucitado se presenta como el buen pastor. Abre la puerta para que él more en ti. Busca a Dios en momentos buenos y felices para que esté contigo en los difíciles.
El Evangelio de este domingo nos narra la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús. Paradójicamente, es una narración motivadora que podemos utilizar como paradigma en el transcurso de nuestra misión sobre la construcción del Reino de Dios.
Año tras año celebramos con tanta felicidad el misterio de la Resurrección: Cristo vivo y resucitado está presente en medio de nosotros.
El mismo pueblo que celebró efusivamente la entrada de Jesús en Jerusalén como un taumaturgo, un profeta quien creían que les libraría del poderío del Imperio romano, fue quien pidió su crucifixión ante Poncio Pilato unos pocos días después.
Marta, en medio del dolor, cuando escucha decir a Jesús que él es «la resurrección y la vida», le cree.