Sección: A la escucha
Nuestro ser cristiano se debe diferenciar: debemos ser ejemplo, ser críticos y defensores de un mundo más humano.
La llamada a ser sembradores del Evangelio es una llamada a vivir nuestra fe con esperanza; a no desalentarnos por no recibir los resultados esperados.
La revelación es posible solo a quien renuncia a su proyecto egoísta y se suma al proyecto dado por Dios.
Nosotros, como seguidores de su Palabra, podremos observar en este comportamiento la conducta de Dios, para que esta nos lleve a la santidad.
El evangelio de este domingo nos insta a no tener miedo, a mantener la calma, a confiar en Dios. Pero también a no bajar la guardia, a estar alertas y cuidando constantemente de la vida espiritual.
Se ha representado a Jesús con la imagen de un pelícano. Su simbolismo radica en que esta ave, cuando sus polluelos están muy hambrientos, en lugar de dejarlos morir de hambre, los nutre con la carne y sangre que saca de su pecho con su propio pico.
Hablar de la Santísima Trinidad es referirnos a la vida que se comparte. El Evangelio nos comunica una buena noticia: nadie está solo.
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
En los días de confinamiento hemos pasado a estar a kilómetros de nuestros seres queridos: ¿en verdad la distancia nos puede separar de las personas a las que amamos?
Los cristianos tenemos el deber de amar y de amar hasta el extremo como nos enseñó Jesús. El deber sustrae el amor de la volubilidad y lo ancla a la eternidad.