La entrega a la predicación, dirigidos a sacerdotes y religiosas, misiones populares, cuaresmas, novenarios, fueron los principales modos de evangelización que desarrolló hasta el fin de la vida.
Nuestra vida de frailes predicadores es experimentar a Dios como amor, e imitarlo amando como Él ama.
Hablar de la madre de Jesús como protectora de la Orden, es decir nada más y nada menos que ella es nuestro ejemplo de contemplación del misterio de la Encarnación.
Su lenguaje directo y claro, llegaba al pueblo y le permitió que grandes multitudes le escucharan por allí por donde pasaba.
San Pío V continua siendo para todos un modelo de fraile dominico porque continua siendo un modelo de cristiano fiel y entregado a la causa de la construcción del Reino de Dios.
“El ideal dominicano, antes que las constituciones, es Santo Domingo. Vamos a reflexionar sobre su vida”.
Como cristianos hemos de cultivar la experiencia del Espíritu, colaborar con ella en nuestro proceso de transformación hacia una vida más santa, más plena.
Su testimonio de vida nos impulsa a vivir con autenticidad y con verdadera pasión nuestra vocación como dominicos.
El encargo de la misión nace de la experiencia del resucitado, se sostiene en el don del Espíritu Santo, es acompañado de comenzar a vivir ya como resucitados, y sobre todo, es el envío a llevar al mundo entero la alegre noticia de que los hombres y mujeres de
El resucitado nos enseña que también nosotros, si creemos, podemos resucitar de la muerte a la vida y podemos andar nuestro camino, no ya en penitencia y en conversión, sino en la alegría de la nueva vida.
