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El encargo de la misión nace de la experiencia del resucitado, se sostiene en el don del Espíritu Santo, es acompañado de comenzar a vivir ya como resucitados, y sobre todo, es el envío a llevar al mundo entero la alegre noticia de que los hombres y mujeres de
El resucitado nos enseña que también nosotros, si creemos, podemos resucitar de la muerte a la vida y podemos andar nuestro camino, no ya en penitencia y en conversión, sino en la alegría de la nueva vida.

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