Sección: A la escucha
El cristiano debe ser portador de paz y perdón en medio de un mundo herido por la guerra y el rencor.
Solo quien verdaderamente dudó o mismo negó alguna vez su fe puede creer con todas las fuerzas, sin temer. Con Pedro fue así. El anuncia que todo lo que ha hecho y enseñado Jesús, desde el bautismo en el río Jordán hasta la ascensión, es anuncio de salvación.
El fruto de la Pasión es como fuente de la pasión, donde se mira cada momento de la pasión es como un pozo que conecta la fuente de la vida.
Las reservas, intereses personales, la mediocridad, medias tintas, llevan sin lugar a dudas que el grano de trigo se ahogue entre terreno pedregoso.
Por ello, acoger la luz que nos regala el Señor, es abrirnos a la posibilidad de ver con transparencia el corazón humano y actuar con misericordia.
Nuestra relación con Dios y los demás no debe ser una compra y venta. Para
tener un templo limpio necesitamos de la ayuda de Dios y de los hermanos.
Puede que el miedo a avanzar y a asumir las consecuencias del camino de la cruz nos paralice y por ello pidamos, como Pedro, hacer “tres tiendas” y quedarnos en lo aparentemente bueno sin enfrentar la realidad.
No se puede predicar sin haber sido fortalecidos en la lucha contra la resistencia al Reino. De ahí que la tentación parece que hay que dejar de verla como algo malo, algo a evitar.
Cristo es el verdadero médico de la humanidad, formulando sintéticamente el sentido de la existencia cristiana: no una idea, no una filosofía, no un libro, sino el encuentro personal con Jesucristo.
Jesús nos ofrece la medicina que todos necesitamos, nos ofrece su amor, porque lo único que transforma el corazón humano y nos hace cambiar es el amor que nos den.