Sección: A la escucha
Confesar a Jesús como Mesías y salvador no es una fórmula racional sino que es el reconocimiento en su persona, del amor de Dios, que hace nuevas todas las cosas
El pecado se lava con perfume y lágrimas, arrepentimiento y obras por cambiar. Sólo con amor se vence el pecado
Ante el sufrimiento no hay que buscar explicaciones; hay que tomar partido a favor del que sufre y en contra del sufrimiento.
Cada vez que compartimos la eucaristía no es nuestra propia hambre la que saciamos, sino que somos impelidos a saciar el hambre de los demás.
Estamos creados a imagen y semejanza de un Dios que es amor desde lo más profundo e interno de sí mismo. Eso da a la vida una gracia especial.
Pentecostés es siempre actual. Si no nos damos cuenta de ello, es porque estamos distraídos. Y resulta que continuamente está actuando el Espíritu en cada cristiano comprometido que responde a la llamada del Maestro e intenta ser coherente con su fe y se preoc
Jesús pertenecía, después de resucitar, a otro mundo, y por eso abandonó a los discípulos. Parece paradójico celebrar la pérdida de un ser querido, pero sólo con esa alegría el que se ha marchado puede permanecer en nosotros.
No podemos decir que amamos a Jesús, a Dios, ni podemos confesar nuestra fe en Él, sin guardar su mensaje y fiarse totalmente de Él. Jesús sigue presente en sus palabras y en ellas late su presencia.
Al discípulo de Jesús se le reconoce por el ingrediente con lo que lo hace todo, por el amor. Cualquier persona, venga de donde venga, sea lo que sea, ame como ame, piense como piense, o sienta como sienta, si lo hace con amor: ése es discípulo de Jesús.
el Resucitado quiere mantener con su Iglesia una relación especial, de cuidado y protección, marcada por caminos, horizontes y búsquedas…