

Sección: A la escucha
Por ello, acoger la luz que nos regala el Señor, es abrirnos a la posibilidad de ver con transparencia el corazón humano y actuar con misericordia.
Nuestra relación con Dios y los demás no debe ser una compra y venta. Para
tener un templo limpio necesitamos de la ayuda de Dios y de los hermanos.
Puede que el miedo a avanzar y a asumir las consecuencias del camino de la cruz nos paralice y por ello pidamos, como Pedro, hacer “tres tiendas” y quedarnos en lo aparentemente bueno sin enfrentar la realidad.
No se puede predicar sin haber sido fortalecidos en la lucha contra la resistencia al Reino. De ahí que la tentación parece que hay que dejar de verla como algo malo, algo a evitar.
Cristo es el verdadero médico de la humanidad, formulando sintéticamente el sentido de la existencia cristiana: no una idea, no una filosofía, no un libro, sino el encuentro personal con Jesucristo.
Jesús nos ofrece la medicina que todos necesitamos, nos ofrece su amor, porque lo único que transforma el corazón humano y nos hace cambiar es el amor que nos den.
El relato de la curación de Jesús al hombre endemoniado es un lenguaje que expresa con claridad este cambio, que manifiesta que una potencia renovadora habita ya en el mundo.
Ir tras de Jesús es una decisión personal que nadie puede hacer por nosotros. Porque la tengo que asumir desde una perspectiva única e irrepetible.
Acudiendo al bautismo, Jesús reconoce la acción salvadora de Dios presente ya en la actividad de Juan, su precursor. El ministerio de Juan y el bautismo de Jesús preparan la actividad del “Hijo amado”, del predilecto de Dios.
Esta Navidad, la Palabra, Jesucristo, quiere nacer en nuestro corazón y llenar nuestra vida de sentido y felicidad. ¿Estás dispuesto para acogerlo diciendo “sí” a Dios como hizo María?